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Cartas
Lunes 09 de septiembre de 2013
Rupturas del pasado
Señor Director:
La palabra "reconciliación" tiene una carga religiosa innegable. Me parece más pertinente hablar de reencuentro o convivencia cívica para referirse a la situación del país, a 23 años de la recuperación de la democracia. Muchas trabas autoritarias han quedado atrás y se han afianzado, en todo este tiempo, los valores democráticos.
La sociedad chilena vive en democracia: se respira un aire de libertad, todas las opiniones son respetadas y nadie siente temor en expresarlas. Ciertamente que la vigencia plena de los derechos humanos -un ideal exigente- siempre dejará tareas pendientes, pero el balance de estos años es altamente positivo.
Entre los ciudadanos existe un grado razonable de concordia cívica como para que la vida pueda transcurrir por los cauces institucionales y los conflictos sean resueltos conforme a derecho. Chile tiene aquel mínimo que exigía Cicerón para hablar con propiedad de una república. Se han alternado en el gobierno fuerzas políticas antes contrapuestas y el Estado de Derecho no se ha visto amenazado. Las Fuerzas Armadas cumplen hoy un rol estrictamente institucional.
¿Significa eso que los traumas sociales derivados del golpe militar de 1973 han desaparecido? No. Además de las violaciones a los derechos humanos aún no aclaradas y cuya sanción judicial se encuentra pendiente, resulta imposible cancelar de nuestras vidas un hecho de tanta importancia histórica que dio origen a una prolongada dictadura, cuya acción cambió profundamente al país.
Todavía sentimos lo que Croce llamaba "las vibraciones del pasado", las que se hacen particularmente presentes en fechas emblemáticas, como los aniversarios del 11 de septiembre. En ciertas ocasiones es como si el reloj funcionara rápidamente hacia atrás y reviviéramos el drama en toda su profundidad, con su trágico desenlace. Esta vez las imágenes de esa época se han tomado la televisión impactando a adultos y jóvenes.
Sobre lo acontecido en ese período hay visiones diferentes. Ellas nacen de las distintas formas de apreciar la crisis que llevó al quiebre de la democracia y la actuación del régimen militar; pero sobre todo guardan relación con las experiencias vividas en esos años "de plomo". Tales discrepancias están llamadas a perdurar. Sería impropio pretender que sobre el golpe militar y la dictadura del general Pinochet tuviéramos un mismo punto de vista. Por mucha tinta que se utilice, la historia no se cancela. Las cosas fueron como fueron, irrevocablemente.
Lo importante, más que reconocer cada uno su responsabilidad y pedir perdón -yo lo he hecho en varias ocasiones-, es que las conductas apunten a fortalecer nuestra democracia, sus principios e instituciones.
Para muchos, seguirán siendo inspiradoras las últimas palabras del Presidente Allende exhortando a que otros hombres superen ese momento gris y amargo y abran las alamedas de la libertad. Esos caminos -que todos debemos cuidar- deben permanecer así para que el país pueda definir los derroteros de su futuro.
José Antonio Viera-Gallo