"HHhH", el celebrado libro de Laurent Binet, cuenta la historia de dos hombres que tienen la misión de asesinar al creador de la "solución final", el jerarca nazi Reinhard Heydrich. Ante él, críticos y lectores están divididos. ¿Novela, reportaje periodístico, ensayo, biografía, historia? No importa: desde que se lo toma, no se lo puede dejar. Lo mismo sucede con otro libro que no tiene esos problemas de catalogación. Se trata de "Revolucionarios cibernéticos. Tecnología y política en el Chile de Allende", de la investigadora estadounidense Edén Medina, publicado por MIT Press y recién editado en Chile por LOM.
El libro reconstruye minuciosamente el proyecto Cybersyn, cuya misión era el control operacional de las empresas estatales e intervenidas en el gobierno de Allende mediante el uso de la tecnología computacional. Todo esto, 20 años antes que se conociera internet. Su creador fue Stafford Beer, un cibernético británico, contactado en julio de 1971 por Fernando Flores, que con 29 años era gerente de Corfo. Este había leído sus textos sobre el uso de la cibernética en la gestión de empresas individuales, y quería emplear ese mismo enfoque para la gestión del conjunto de las empresas estatizadas y del propio gobierno. Para Beer, la oportunidad de aplicar su modelo a escala de un país que pretendía alcanzar el socialismo por la vía democrática fue irresistible. Aceptó la invitación de Flores y abandonó todos sus compromisos. Para desarrollar el proyecto se le proveyó un generoso presupuesto y un selecto grupo de jóvenes ingenieros y diseñadores, la mayoría de la UC y del Mapu, como el propio Flores.
Cybersyn se mantuvo en el más estricto secreto. Se temía que la oposición lo interpretara como una confirmación de las intenciones totalitarias del gobierno, y los partidos de la UP, como un intento por desplazar a los políticos por los tecnócratas. Después de un año de trabajo, el 30 de diciembre de 1972, el mismísimo Allende inauguró su sala de control. Con un diseño futurista, fue concebida para que la plana mayor del Gobierno pudiera dirigir desde ahí el despliegue de las fuerzas productivas.
Con el tiempo -y paralelamente al ascenso de Flores en el Gobierno-, Cybersyn fue ampliando sus pretensiones. Su tecnología podía emplearse para transformar el conjunto de la economía en un organismo adaptativo, adoptando las ideas de los biólogos Maturana y Varela, de fuerte influencia en Beer y Flores. Más tarde se pensó en emplearlo para promover la participación popular y canalizar la información y la propaganda. Beer llegó a diseñar un sistema paralelo (Cyberfolk) que, utilizando la misma plataforma tecnológica, podía medir online el grado de satisfacción de la población con las medidas gubernamentales, el cual llegó a ser consultado con los investigadores de la UC que formaban el Ceren, también en su mayoría del Mapu.
La meta era hacer del mismo el soporte tecnológico de la reingeniería económica, social y política a la que aspiraban Allende y su gobierno. Cybersyn nunca fue tan lejos, aunque su prestigio llegó al punto de que Allende decidió llevarse la sala de control al mismísimo Palacio de la Moneda, lo que no se materializó por el golpe.
La autora afirma que su libro "cuenta la historia de la intersección de dos utopías", una política, otra tecnológica, cuyo objetivo era reconfigurar las relaciones económicas y sociales. Ninguna de las dos se materializó, pues, "como todas las utopías, esas visiones eran bellas, pero escurridizas". Lo mismo vale para Jan Kubi? y Jozef Gabèík, los héroes de Binet.