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Editorial
Domingo 18 de agosto de 2013
El problema de las confianzas
En la política moderna, ningún “núcleo duro” es capaz de ganar una elección si no se demuestra una altura de visión y conducta que convoque al
no militante, en un electorado voluntario...
No cabe ignorar el que el Índice de Percepción Económica, que mide mensualmente la confianza de los consumidores, haya caído por tercer mes consecutivo, alcanzando su mínimo en un año (50,7) y quedando a un paso de entrar en la zona de pesimismo (50). Hay menores expectativas para el país a cinco años y una negativa visión del empleo futuro. De mantenerse esta tendencia, anticiparía una brusca baja del consumo. El ministro de Hacienda hizo un llamado a la tranquilidad, advirtiendo que esto corresponde a una desaceleración prevista, pese a lo cual las cifras de creación de empleos, bajo desempleo y alza de salarios confirman la robustez de nuestra economía. Sin perjuicio de lo cual, admite que las personas tienen hoy incertidumbre sobre el rumbo futuro del país.
Inequívocamente, esto último es insepara-?ble de las propuestas de campaña que plantean varias candidaturas, que pueden ilusionar a muchos, pero cuyas adversas e inevitables consecuencias para el desarrollo socioeconómico nacional son anticipables.
La confianza o desconfianza en el futuro se vincula en parte con la edad: los más jóvenes ?tienden a la primera, pues todo menor de 40 años solo ha asistido durante su vida a un curso general de progreso, más allá de altibajos temporales, y percibe esa tendencia como garantizada, ya que no vivieron el subdesarrollo que sufría Chile en los años previos. Ellos pueden ignorar u olvidar que las expectativas —a diferencia del voluntarismo— son un factor determinante del rumbo de toda economía. Pero quienes aspiran a dirigir el país no pueden hacer otro tanto. Siendo así, ?las dos principales candidaturas deben necesariamente abordar en la campaña el tema de las expectativas económicas, que ya está incidien-?do en nuestra realidad nacional.
Bachelet y Matthei frente a las expectativas
Frente a las expectativas, Bachelet y Matthei están en situaciones muy diferentes. La primera puede contar con una votación sustancial, pero hay sectores más impermeables a los recursos emocionales, que se mueven en el plano de análisis racionales y realistas. La confianza de estos últimos en sus propuestas es la que está tambaleando, y la persona llamada a reganarla es su jefe programático de campaña y ex director de Presupuestos, Alberto Arenas. Este, sin embargo, está sometido a fuertes críticas incluso dentro de su propio pacto, por especialistas reputados que plantean reservas severas. La candidatura Bachelet tiene ahí un problema poco ventilado, pero considerable. Cabe suponer que, si ganara, ella tendría que atenerse más no a las promesas de campaña, sino a las orientaciones sólidas de otros técnicos económicos de su conglomerado, so riesgo cierto de retroceso del país, y no solo en lo económico, sino también en lo social, pues sin recursos no podrá entregar mejores niveles de bienestar, igualdad y demás avances que anuncia.
En contrario, Matthei da por sí misma garantías de un manejo económico eficaz y conducente a preservar el crecimiento que ha impulsado al país por ya casi cuatro décadas. Por su trayectoria, ella encarna la capacidad técnica y la decisión para hacer frente a tiempos difíciles y, además, entre quienes podrían colaborar con su eventual gestión se cuentan nombres acreditados en todas las áreas de la economía y el desarrollo social.
Listas y actitudes contrastantes
El conglomerado que apoya a Bachelet no logró configurar una lista única de candidatos para consejeros regionales, pese a que la propia candidata había pedido que la hubiera: el eje DC-PS competirá contra otro del PPD y entidades menores. Esto fue calificado como natural y hasta positivo por sus protagonistas, pero en realidad es señal de múltiples desacuerdos profundos.
En contraste, más allá de sus habituales roces, RN y la UDI sí acordaron una lista única para tales consejeros, lo que sin duda su electorado ha acogido con beneplácito. Sorprende que este hecho no haya sido debidamente destacado por la propia Alianza, quizá porque muchos de sus candidatos al Congreso, en penoso espectáculo, aparecen desgastándose recíprocamente en rencillas por nimiedades que no responden a diferencias conceptuales, sino a personalismos sin ninguna importancia para el país. Calificar como unitario solo el matiz propio, pero divisionista el matiz del aliado, se degrada en caricatura. A grandes rasgos, lo inverso se observa en la oposición, donde las diferentes visiones son inconciliables, pero se acallan para efectos electorales.
En la política moderna, ningún “núcleo duro” es capaz de ganar una elección si no se demuestra una altura de visión y conducta que convoque al no militante, en un electorado voluntario. Quienes no comprendan esto son hoy anacronismos políticos.
Voto en el extranjero y confiabilidad en el sistema
Para las confianzas se abre otro flanco en relación con el voto de chilenos en el extranjero. Todos los llamados a preservar la confiabilidad de nuestro sistema electoral que se formularon tras las deficiencias evidenciadas en las pasadas elecciones municipales aparecen ahora contradichos por un vértigo de legislar precipitadamente para instaurar el voto de los chilenos en el extranjero, sin tener aún garantías técnicas de lo que el Servicio Electoral y nuestros consulados pueden entregar en esta materia. A menos de 90 días de las elecciones presidencial y parlamentaria, en pleno ardor de la campaña, no hay ninguna serenidad ni informes de preparación técnica mínimamente suficientes para legislar hoy sobre esta modalidad, y un realismo básico aconseja postergarla para más adelante. Ciertamente hay otras prioridades más apremiantes.