Después de los días tumultuosos por los que ha pasado últimamente, muchos se han vuelto a preguntar por qué la derecha carece de la habilidad que tiene la centroizquierda para negociar y componer acuerdos con el propósito de presentarse ante la ciudadanía como una alternativa sólida y confiable. Creo saber por qué: por la UDI, que sigue dominada por grupos que no creen en la política y que, como lo viene de recordar Andrés Allamand, tienen una visión puramente instrumental de la democracia.
Lo decía Jaime Guzmán: lo relevante no son las libertades políticas ni la democracia, sino las "libertades económico-sociales, identificadas con los derechos cotidianos que más gravitan en la efectiva decisión de cada persona respecto de su destino personal y familiar", las cuales se afincan en el mercado. La visión de una política subordinada a la economía está en sintonía con su otra fuente doctrinaria: el pensamiento de Milton Friedman.
La parusía de la UDI original fue la extinción de la política. Mientras ella no se alcance, se le asigna una función estrictamente reactiva: la gestión de esas externalidades socio-culturales que los economistas no logran del todo prever ni controlar. Para este grupo, la misión primordial de la política es crear visiones, relatos, símbolos y ritos cuya finalidad es lubricar el libre despliegue de las leyes económicas y el mercado. El mismo papel que tradicionalmente se le entregaba al área de marketing en una empresa: vender aquello que diseñaban, producían y valorizaban las áreas "duras" de la compañía -en el caso de la política, vender las decisiones que adoptan los economistas-.
Para esos grupos, la política es un servicio, no una vocación. No es raro, entonces, que sus líderes se encargaran de enrostrarnos periódicamente que no les gusta lo que hacen; que están en la política solamente por su sentido del deber; que lo que les haría realmente felices sería destinar sus vidas a actividades vinculadas con la producción, con la economía. Tienen razón: el marketing tiene sus limitaciones.
Por eso mismo, no es casual este tiovivo de candidatos al Congreso, que se van moviendo de un lugar a otro del país según cuánto marquen en las encuestas o cuán utilizables sean sus candidaturas a la estrategia de poder general del partido. Buscar a quién representa la historia y las aspiraciones de los compatriotas de un determinado territorio les tiene totalmente sin cuidado. Son discípulos de Guzmán, quien decía que la democracia no debe ser objeto de "idealización". Y es más: si algún elector no está conforme con el candidato que le encajan, bueno, siempre está la opción propia del mercado, el exit : ¡que se cambie de circunscripción o distrito!
Las cosas se ven muy distintas desde la vereda de la centroizquierda. Para esta, la política posee una función propia, autónoma, que va mucho más allá del marketing . Su labor es hacer que las cosas pasen continuamente, sin rupturas ni violencia. Sin esto, como afirma Freud, "no existiría ningún progreso ni desarrollo alguno", pues cada nueva generación tendría que "adquirir de nuevo toda su postura ante la vida". La política aquí sí es una vocación.
Cuando ella no encierra nada trascendente y es una mera entelequia encargada apenas de administrar las externalidades de la economía y el mercado, la política carece de fuerza para contener y sublimar las aspiraciones personales y los egos, lo que vuelve inevitable que los conflictos se personalicen y adquieran un carácter insalvable. De ahí entonces que el canibalismo en la derecha no sea una anomalía: es la política según la UDI.