El centro de Jerónimo (Cristóbal Palma) es una casona por Providencia, con varias piezas que arrienda a extranjeros.
Jerónimo contamina la historia, tal como lo hizo el protagonista de "Y las vacas vuelan" (2004), la primera película de Fernando Lavanderos, con un estudiante danés en Chile, siempre entusiasta, cómplice y en movimiento en su propósito de filmar un cortometraje.
Jerónimo es lo opuesto. Es un hombre que se mueve apenas, no cambia nada y desprecia lo nuevo, porque en ese mundo estático y cerrado encuentra seguridad.
La película acentúa ese estado de ánimo con una cámara que vaga por la rutina de un chileno con mentalidad tradicional y perenne, pero que se remece con la nueva inquilina: Sanna (Ragni Orsal), una noruega joven y rubia, que viaja en micro a Quilicura para enseñar actuación a niños en riesgo social.
"Las cosas como son" podría desviar su rumbo hacia las variantes del terror y el secuestro, o el erotismo y el cautiverio, porque los miedos de Jerónimo por la desnudez o la periferia, y su desconfianza hacia el prójimo, pueden configurar un monstruo urbano.
Alguien que no vive, mientras sus arrendatarios sí lo hacen: fiestas, bailes y bebidas.
Y un propietario que hasta puede fisgonear piezas, abrir cajones, leer diarios privados, tocar la ropa y olfatear calzones.
La película no ingresa a esos géneros, probablemente un director español o estadounidense sí lo habría hecho, para terminar en lo policial, el terror o lo erótico.
Un director chileno hace películas chilenas, es decir, bien realizadas, limpias, romas y ordenadas. Hay cada vez menos acidez y acritud, y la crítica política o social, por ejemplo, se contenta y concentra en el pasado.
La señora irrompible de "Gloria", la joven autoexiliada de "El futuro" o el huraño de Jerónimo van a terminar como empezaron, con algún parche existencial o mejora emocional, pero idénticamente iguales. Ni cambios ni revueltas ni furia.
A veces las protestas callejeras aparecen en el trasfondo de estas películas, porque a los protagonistas no les interesan y el director las emplea de metáfora: por allá lejos pasa el país.
Los directores y directoras andan poco airados y su foco está en la academia y el confort de la imagen país: los work in progress, el cine chileno es moda, fondos estatales, premios en festivales y corte de entradas.
El malestar yace dormido y abunda un cine neutro y quizás una generación neutra, que no revuelve ni irrita a los espectadores y menos a la sociedad.
Las vergüenzas, injusticias y falsedades del Chile actual no son más que una escenografía, porque lo central es realizar películas que no molesten ni incomoden a nadie.
La paradoja es que los que se animan vienen de otra atmósfera: la comedia bruta de "Barrio universitario" o las criaturas de Stefan Kramer.
¿Por qué todo esto? Un poco por el título de la película: las cosas como son.
Chile. 2012. Director: Fernando Lavanderos. Con: Cristóbal Palma, Ragni Orsal, Isaac Arriagada. 94 min. Mayores de 14.