"Es que vais con una pistola en cada mano", le dice Mamen (Candela Peña) al hombre casado (Luis Tosar) que ha tratado de seducirla y del que se ha burlado con un grupo de amigas de oficina. Es la idea que tiene Mamen de los hombres, de su tendencia a la cacería erótica, de su volatilidad sentimental. Mamen carga con cierto resentimiento, porque en un pasado de sobrepeso resintió la burla de los mismos que ahora quieren cortejarla.
Lo que esta película muestra es más bien lo contrario de lo que ella cree. Trata sobre ocho hombres en el medio de los cuarentas, mediante una sucesión de viñetas -todas conversaciones- durante un día en Barcelona. Los protagonistas son masculinos en situaciones diferentes aunque parecidas: el que está en trance de divorcio, el que se ha separado, el que es engañado, el que quiere engañar, en fin: las posibilidades de una tempestad sentimental en la edad de las encrucijadas.
Los episodios se suceden uno tras otro, sin otra conexión que un momento final donde se reúnen en una fiesta, de manera casual, con otros desconocidos que podrían estar en condiciones parecidas. Todos estos hombres atraviesan por una crisis emocional; no saben qué hacer con sus parejas, se sienten derrotados o incómodos, carecen de serenidad psíquica, empiezan a medicamentarse y sus expectativas para el futuro son inciertas. Algunos están en manos del psicólogo, los otros van en camino para allá. La adultez empieza a cobrar su cuenta.
El cineasta catalán Cesc Gay filma con corrección y exactitud y no permite nunca que sus personajes se pierdan en espacios y posiciones. Si hay algo que reprocharle a su armazón, es una cortina musical que con una insistencia majadera procura convertir en comedia lo que es una sucesión de historias con aires tristones.
En contrapartida, su relato progresa en forma insidiosa desde la mañana con una lluvia liviana hacia la noche más bien amarga de esta Barcelona de profesionales en jaque; hay un lento avance desde los conflictos poco explícitos hacia aquellos que bordean el morbo. Sus personajes se construyen desde sus reacciones: existen por sus diálogos, sus vacilaciones y sus pequeños gestos. Son más psicológicos que existenciales, más postmodernos que clásicos. Atraviesan por momentos más tristes que dramáticos; su intimidad de pequeña escala los pone lejos de la dimensión trágica.
Esto les proporciona tanto atractivo inicial como poco vuelo final. Después de todo, las vidas de los cuarentones, como los de cualquier generación, no son tan interesantes cuando se proponen como el centro del mundo o, mejor dicho, cuando imaginan que el mundo consiste en sus propios descalabros. Pero todo podría ser peor. Lo que hace Cesc Gay es controlar su cámara para lograr ciertos momentos irónicos, quebradizos o ambiguos que son lo mejor de esta película.
Una pistola en cada mano. Dirección: Cesc Gay. Con:Javier Cámara, Ricardo Darín, Eduard Fernández, Jordi Mollà, Eduardo Noriega. 95 minutos.