Señor Director:
Andrés Fielbaum afirma que lo que Chile anhela es el fin del lucro, educación gratuita y una importante oferta pública. Es extremadamente complejo interpretar la voluntad de la ciudadanía al margen de los resultados de elecciones democráticas. Las dictaduras son precisamente las que se caracterizan por arrogarse la voz del pueblo, pasando a llevar la libertad y dignidad de su gente.
Además, las encuestas, instrumentos imperfectos, no apoyan las afirmaciones de Fielbaum. La encuesta del Centro Democracia y Comunidad (2012) encuentra que 89% de los encuestados rechaza el lucro en educación; sin embargo, el 90% entiende por lucro "ganancia abusiva", y cuando se pregunta por la posibilidad de que colegios particulares subvencionados tengan beneficios económicos, al 60% no le parece mal. La encuesta CEP (2012), por su parte, nos dice que solo un 39% considera que debiera prohibirse el copago y 42% cree que las universidades que reciben financiamiento permanente del Estado debieran ser gratuitas para todos los estudiantes.
Cabe, además, analizar si las medidas propuestas tienen efectivamente a "Chile y las necesidades de su pueblo" como norte. Nuestro sistema educativo es uno de los que más han mejorado su calidad en los últimos 10 años y este mejoramiento ha ido de la mano con una disminución de la inequidad. Es por ello que hablar de fracaso es inapropiado, sobre todo cuando nos comparamos con los países de la región que tienen el modelo que propone Fielbaum y constatamos que no han mejorado ni su calidad ni su equidad. Sin embargo, todavía nuestra calidad, equidad e integración social están al debe y urge avanzar en estos puntos. Pero ni lucro ni cobertura pública tienen incidencia sobre estos; así lo muestra la evidencia nacional e internacional.
Si observamos el mundo, nos damos cuenta de que los mismos modelos que tienen éxito en algunos países, no lo tienen en otros: Bélgica, Holanda, Suecia y Finlandia son algunos ejemplos. En relación con la gratuidad, la gran mayoría de las mejores universidades no son gratuitas. Además, gratuidad no necesariamente implica mayor integración social, pues hay otros factores que inciden; es lo que ocurre en Alemania. En nuestro contexto, si realmente nos interesa la equidad, resulta inconsecuente hacer gratuita la educación superior, cuando son precisamente los jóvenes de mayores recursos los que asisten en mayor proporción a ella; antes deberíamos invertir en mayor proporción en la educación parvularia y escolar, en la educación técnico profesional y en quienes no acceden a la educación superior.
Por último, argumentar que no se debe lucrar ni cobrar por la educación por ser un derecho es inconsistente; de ser así, debería no solo prohibirse el lucro con la alimentación, la vestimenta, vivienda y salud, sino también ser provistos de forma gratuita por el Estado, pues también ellos constituyen derechos humanos fundamentales.
Sylvia EyzaguirreAsesora del Gabinete Ministerio de Educación