El niño Stefek (Damian Ul) vive en un pequeño pueblo del centro-oeste de Polonia con su madre (Iwona Fornalczyk) y su hermana Elka (Ewelina Walendziak). El padre los dejó a todos mucho antes de que Stefek, ahora de unos 10 años, pudiera conocerlo. La madre maneja una tienda de comestibles y Elka intenta cambiar su empleo de mesera por otro en una empresa tecnológica italiana. Además de ellos están el joven Jerzy (Rafal Guzniczak), que pretende a Elka, y la vecina Violka (Joanna Liszowska), que anda en los bordes de la prostitución.
El mundo del verano de Stefek es pequeño: las calles del pueblo, un palomar y, en el centro de todo, la estación de ferrocarriles. Allí ve a un hombre con un maletín (Tomasz Sapryk) que todas las mañanas hace trasbordo para tomar el tren a Wroclaw. En los primeros cinco minutos del metraje decide que es su padre, aunque de él no tiene más que una foto por completo irreconocible.
En los apacibles días con su hermana, Stefek se empeña por establecer las relaciones de causa y efecto de las cosas, el modo en que el azar o la suerte pueden ser intervenidos por la voluntad: por qué un papel es recogido en una plaza, por qué las palomas vuelan o se niegan a hacerlo, por qué un hombre vende manzanas y otro no, por qué sus soldados de plomo quedan indemnes o se mueven con el paso de los trenes. Dicho de otra manera, trata de entender el mundo.
Stefek es el personaje más inteligente de esta película, pero esto no lo reconoce nadie en el relato (en un momento de apuro, su hermana llega a explicar que "es un poco retrasado"). Su singular agudeza solo está expresada en la manera sutil y progresiva con que el cineasta Andrzej Jakimovski lo delinea.
La base de esa descripción es una arquitectura de la mirada, por la cual todas las relaciones se establecen a partir de unos encuadres que traducen la extrañeza con que Stefek contempla al mundo y se apropia de él en forma progresiva. El momento crucial se produce durante la segunda mitad del metraje, cuando el niño sigue al hombre del maletín por su pueblo. Jakimovski filma esta secuencia como se filmaría una batalla, solo que aquí el combate es silencioso y secreto; este ejercicio de puntos de vista y montaje alterno está ejecutado con una precisión que solo cabría llamar hitchcockiana, con todo el espacio, físico y moral, construido por el ojo.
Esta película llega a Chile con un retraso de seis años (Jakimovski ya filmó otra cinta sobre la mirada, Imagine), pero aun así es un formidable ejemplo de reapropiación de lo esencial del cine dentro del gran caudal de la producción fílmica de los últimos tiempos, donde estas delicadezas nadan más bien contra la corriente.
SZTUCZKI. Dirección: Andrzej Jakimovski. Con: Damian Ul, Ewelina Walendziak, Tomasz Sapryk, Rafal Guzniczak, Iwona Fornalczyk. 95minutos.