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Editorial
Domingo 14 de julio de 2013
La semana política
El macizo apoyo electoral blindó a Bachelet frente a las dirigencias partidistas y sepultó cualquier pretensión de una negociación entre iguales por el PDC. El bacheletismo tampoco cree necesitar el apoyo explícito de Velasco (...)
Asunto de confianzas
La reformulación del comando presidencial de Michelle Bachelet ratifica la renovada seguridad que anima a la candidata del pacto Nueva Mayoría tras el arrollador triunfo conseguido en las primarias de ese sector y la alta votación que se movilizó en su favor.
No se ha dado la integración orgánica de los partidos derrotados -PDC y PR-, ni de las figuras emblemáticas de la candidatura independiente de Andrés Velasco, sino la inclusión selectiva de personalidades que cuentan con la confianza personal de Bachelet y provienen de esos mundos que la desafiaron. Tal sería el caso de la nueva vocera, Javiera Blanco, ex subsecretaria de Bachelet; de Jorge Burgos, también ex subsecretario en su anterior mandato, o de René Cortázar, ministro clave en la contención de daños por el Transantiago.
El macizo apoyo electoral blindó a la candidata frente a las dirigencias partidistas y sepultó cualquier pretensión de una negociación entre iguales por parte del PDC. Tras el débil desempeño electoral de ese partido, la falta de unidad de propósitos y de cohesión interna ha hecho estéril cualquier intento de que su inclusión a la candidatura de Bachelet le imprima un tono diverso al mostrado hasta aquí. La disidencia de la actual directiva encabezada por Ignacio Walker, que representa casi la mitad del PDC, no ahorró críticas hacia la campaña de Orrego, y en un extenso análisis cuestiona su vocación centrista, en desmedro de la definición vanguardista que a su juicio debiera animar al partido. Incluso su esencial sustrato valórico socialcristiano es tildado de poseer una connotación "conservadora" que les parece inconveniente.
El PDC tiene pendiente un debate sobre su identidad. Estas divisiones han cobrado su precio en la primaria y bien podrían reeditarse en la próxima elección parlamentaria.
Posibles futuras incrustaciones
No fue distinta la suerte de la candidatura independiente de Andrés Velasco. Su capital político radica hoy en la proyección futura que puede darle al mensaje político que perfiló. Por eso mismo, se anticipó a renunciar a cualquier integración al próximo Gobierno. Ante la realidad de las cifras, el bacheletismo no cree necesitar el apoyo explícito de Velasco para poder imponerse en la elección presidencial de noviembre, por lo que tampoco ve necesidad de grandes esfuerzos por incorporar elementos de su programa o su comando. Hacia adelante podrá haber incrustaciones específicas que Bachelet valore, pero todo bajo la lógica que impuso el 70% alcanzado en la primaria.
La onda expansiva del éxito electoral de Bachelet llegó más allá del pacto Nueva Mayoría. Si hasta ahora la Concertación había mostrado cierto interés y consideración para con las candidaturas de Enríquez-Ominami, Sfeir o Claude, con la idea de que la definición presidencial de noviembre sería estrecha, tras su abrumador triunfo, el bacheletismo recogió sus redes. Ninguno de los candidatos ajenos a la primaria fue convocado a sumarse a la candidatura Bachelet, ni parece haber interés en buscar su apoyo para una eventual segunda vuelta, que hoy ve virtualmente innecesaria.
La extemporánea irrupción del binominal
El actual gobierno ha compensado parte de su debilidad política, muy aguda en sus primeros años, con una muy buena gestión administrativa y económico-social. Y pese a haber resuelto el déficit de gestión política de La Moneda, que ya no ejecuta exclusivamente el Presidente Piñera, existe alguna ansiedad por recuperar tiempos perdidos, lo que se manifiesta en cierto vértigo legislativo impropio de la etapa política que vive. De ahí la reacción gubernativa frente al acuerdo político de RN con el PDC y senadores de la Concertación para modificar el sistema electoral. Es sabido el interés de la actual dirigencia de RN por alcanzar un entendimiento de largo plazo con la DC.
Tras la derrota sufrida por su abanderado, es comprensible que ese partido procure dar señales de vitalidad, pero es muy discutible el camino escogido por la dirigencia de RN, y evidente el daño causado por ese paso inconsulto con sus socios de la UDI y con el propio Gobierno. No obstante, la idea de La Moneda de acelerar una propuesta propia de cambio al sistema electoral, en plena campaña y avanzado el último cuarto de gestión, parece igualmente improbable de concretar.
A RN parecieran interesarle más las imágenes políticas de su gesto, que el contenido específico de la propuesta, de suyo difícil de materializar. Pero la reacción de La Moneda, convocando a algunos de los legisladores de ese partido, revive divisiones internas que se habían superado por completo en el último tiempo en pos de la candidatura unitaria de Andrés Allamand.
Todo esto ha terminado por eclipsar el lanzamiento del nuevo comando del abanderado de la Alianza, Pablo Longueira. Su conformación con figuras de la UDI, RN y Evópoli daba muestras de una voluntad integradora que ha quedado deslucida frente a la polémica.
Es una incógnita cómo se ensamblarán estas propuestas electorales con la campaña de la Alianza, y también cómo afectarán la convivencia entre los integrantes de esa coalición. Cada propuesta tiene efectos en la distribución del poder en la centroderecha, especialmente entre RN y la UDI, y este no era el mejor momento para abrir esa discusión.