Varias lecciones hay que sacar de las elecciones primarias efectuadas en el domingo pasado. La primera, es que todos nos equivocamos en el volumen de participación. Las apuestas bordeaban el 10% del padrón y la realidad transformó las apuestas estadísticamente en 22%, pero realmente en algo más, dado que el padrón está sobredimensionado por los fallecimientos y por los chilenos en el extranjero. Es decir, gran participación alcanza ni más ni menos que al 60% de la última elección municipal.
Por otra parte, una segunda conclusión, en mi opinión, definitiva, es el sesgo socioeconómico del voto voluntario. Es así como en las 10 comunas de mayores ingresos, de acuerdo a la Casen, votó el 34% del padrón, y en las 10 de menores ingresos, de acuerdo a la misma fuente, votó el 17% del padrón. Aunque parezca increíble, todo sugiere que estamos volviendo al voto censitario de la Constitución de 1883. Asimismo, la votación en la Nueva Mayoría era la esperable, particularmente el 73% de Bachelet. Lo sorprendente se situó en la disputa por el segundo lugar, que siempre fue visto como una disputa estrecha entre Orrego y Velasco, pero que terminó en una ventaja de más de 5 puntos para este último. Lo anterior, en mi opinión, se explica porque este candidato recibió su voto de tres afluentes: primero, el voto ideológico del centro liberal, un núcleo pequeño, constituido por profesionales ABC1 y territorialmente localizados en el "Barrio Alto". En segundo lugar, este candidato recibió una votación de una derecha enrabiada con Bachelet , que votó por él para dañar a la candidata. Esto se grafica con nitidez en Vitacura, Lo Barnechea, Las Condes y Providencia, donde Velasco obtuvo una gran votación, siendo la primera mayoría en la coalición y restándole un significativo respaldo a Allamand. Lo anterior se desprende, también, de la buena votación de Velasco en territorio de raigambre derechista, como Chicureo, Buin y Paine, Concón, Algarrobo, Santo Domingo y Zapallar. Finalmente, la tercera fuente de la votación de Velasco, proviene de los sectores populares, donde en menor proporción logró penetrar el mensaje antipartidos y antipolíticos, es decir, las "malas prácticas".
Con respecto a la derecha, quedó en evidencia su derrota más importante desde 1990, alcanzando solo el 27% de los votos. Su peor resultado anterior fue en 1993, en que los votos sumados de Arturo Alessandri y José Piñera llegaron al 31% de los sufragios. Además, bajaron en 6 puntos los votos alcanzados en la última municipal, que sumaron el 33% de los votos de concejales de derecha. Pero la derrota más profunda la sufrieron ambos candidatos de la Alianza. Allamand, por su no diferenciación de Longueira, negándose a hablar de dictadura y apelando al "voto duro". La respuesta está en la carta al director de este diario del general en retiro Fernando Hormazábal, quien sostiene que el triunfo de Longueira, entre otros factores, se debe al voto de la "familia militar" en retiro, que castigó a Allamand por su trato a las Fuerzas Armadas. Esta indiferenciación de Allamand no le permitió llegar al "voto blando" de la derecha, aquel que a estas alturas también habla de dictadura militar.
El candidato ganador, Longueira, sin embargo, sufrió una derrota estratégica. No existe el centro social; la votación de la derecha en las comunas populares es, en promedio, un tercio de la votación del mismo sector en las municipales, y más sorprendente aún, el triunfo de este candidato se explica por la votación del "Barrio Alto", donde no solo está la comuna con mayor participación del país: 52% con respecto al padrón, en Vitacura, sino, además, la comuna con la mayor cantidad de votos absolutos, es decir, Las Condes, con 95.000 sufragantes. La paradoja es que la UDI popular y el centro social terminaron residiendo en La Dehesa.