Esta Sub 20 contiene un estado químicamente puro de la característica bipolaridad de cómo jugamos y comentamos el fútbol. Hay pocos ejemplos tan claros del trastorno que su derrotero a Turquía. ¿Se acuerda del Sudamericano en Mendoza? Clasificó a la fase final con un espectacular rendimiento; su contundencia lo proyectó como el gran candidato al título, y si no hubiese sido por la alta cantidad de tarjetas rojas, habría rozado la perfección. Pero en la recta decisiva, accedió al Mundial con el último aliento, pidiendo la hora y un gol anulado a Perú, que pudo haber sido validado y desatado una tragedia de la que aún nos lamentaríamos.
Previo al Sudamericano, el entrenador Mario Salas era catalogado por la prensa como una verdadera apuesta dirigencial. Apenas contaba en su currículum con un par de campañas destacadas en Tercera División y Primera B. Durante el torneo continental, fue poco menos que el mayor hallazgo técnico de los últimos años, por su discurso "socio-deportivo" y agresiva propuesta táctica, y en esa opaca fase final, un entrenador irresoluto e incapaz de mantener la línea con sus dirigidos.
El correlato durante el Mundial en Turquía ha sido preocupantemente coincidente. Se derrota a Egipto sin convencer pero con merecimientos, se consigue un discreto empate con Inglaterra, se pierde tristemente con Irak y, de nuevo arriba en la montaña rusa, se vence a Croacia con la disciplina como virtud principal. Ídem con Salas: lo tratamos al comienzo como un técnico coherente, serio y convincente, y en la medida que los buenos resultados se diluyen, como un conductor terco, rígido y dubitativo. (Mañana, consistente con el péndulo opinante, se llenará de elogios periodísticos por haber "recapacitado" en su planteamiento, aunque él dirá que mantiene intactos sus principios).
La permanente fluctuación parece ser la única constante de la Sub 20. Será por la edad de los ejecutantes, por el disímil proceso de formación de sus integrantes, por las variadas oportunidades de continuidad en los planteles adultos, por la baja tolerancia a la frustración de unos o por la desmedida ambición de obtener logros con rapidez de otros... Las tesis son tantas que vaya a saber uno.
En torneos de desarrollo reducido como los mundiales, los escenarios son tan móviles que la expectativa se renueva o desvanece en cada partido. El resultado es lo que manda. La Sub 20 está en cuartos de final y haya jugado bien, regular o mal, el domingo enfrenta a Ghana con la opción concreta de quedar entre los cuatro mejores del Mundial. Y todo lo que se haya comentado en torno al dispar o zigzagueante rendimiento del equipo, es de una validez tan relativa que no resiste ningún ejercicio crítico.