¿Qué dejan entrever los resultados de las primarias? ¿Hay algo digno de especial mención?
Muchas cosas.
Desde luego, una ironía. Longueira, el candidato de derecha que apeló al "centro social" de Chile ganó gracias a la inmensa ventaja que obtuvo en Vitacura y Las Condes. No fue, pues, el centro social (los sectores recién ascendidos), sino la derecha social (esa mezcla de cómodo bienestar y temor al cambio) la que le dio el triunfo. Nunca hubo tanta inconsistencia entre el apoyo sociológico a un candidato (los sectores sociales más aventajados) y el lema que esgrimió para demandar su voto (un Chile más justo).
Pero -ya se sabía- en la política no imperan las leyes de la lógica.
Y es probable, además, que lo que en las primarias fue virtud (la capacidad para seducir a esos sectores que forman el electorado tradicional de la derecha), en las presidenciales sea un vicio que le costará sacudir de sí.
En el pacto por la Nueva Mayoría, el resultado más notorio es el que alcanzó Andrés Velasco. Derrotó al Partido Radical y a la Democracia Cristiana, sumados. Si fuera un líder carismático o tuviera un partido detrás de él, no habría motivo para la sorpresa. Pero Velasco no tiene ni carisma ni partido. Ni capacidad de embrujo ni máquina electoral. Tiene autoestima, pero eso es un combustible para la acción, no un factor para ganar adhesiones.
¿Qué explica, entonces, su gran desempeño? En la respuesta a esta pregunta radica una de las claves de la próxima presidencial.
Una porción del electorado parece ser más moderno de lo que, hasta ahora, se había advertido. Hay gente que está persuadida de que la modernización capitalista promueve valores que vale la pena preservar. Y que, por lo mismo, no hay que abandonar la trayectoria que Chile ha traído los últimos años, sino impulsar cambios que hagan realidad los principios normativos que le subyacen: autonomía e igualdad de oportunidades. Profesionales con alta escolaridad y confianza en sí mismos -la parte más alta del nuevo Chile- son los que están tras Velasco.
El problema para el pacto Nueva Mayoría es que quienes votaron por Velasco adhieren a ideas que están lejos de las de Bachelet. Si la derecha tiene una inconsistencia (que quien apelaba al centro social gane gracias a los sectores más aventajados), la Nueva Mayoría tiene otra: para asegurar el triunfo en la presidencial debe hacer suyas ideas para las cuales Bachelet, hasta ahora, parece alérgica. Es habitual, por supuesto, que al interior de un pacto haya diferencias; pero ellas deben ser posibles de conciliar. Nada de eso parece fácil entre las ideas que hasta ahora ha planteado Bachelet (o quienes le apoyan) y aquellas que, por su parte, ha manifestado Velasco. Y este último lo sabe. De ahí sus palabras finales: la adhesión a Bachelet de quienes votaron por él dependerá de cuán representadas estén sus ideas.
Sonó casi como una amenaza.
¿Hubo lecciones para Bachelet?
El triunfo de Bachelet se apagó un poco por lo predecible. Careció del sabor de la sorpresa o de la épica de la competencia. Pero fue notable. La historia política de Chile muestra pocos casos en que el carisma de una persona sea capaz de superar, con creces, la cultura de los partidos.
Pero carisma no es lo mismo que ideas. Y ese es el problema.
Porque el carisma es a la política lo que el silencio es a la terapia del analista: favorece la transferencia, estimula que el electorado proyecte en la candidata todos sus anhelos y sus expectativas. Y este es un tiempo de expectativas: los cambios que Chile ha experimentado en las últimas décadas han estimulado el deseo y los anhelos. La historia no es un progreso de satisfacción en satisfacción, sino de deseo en deseo. Y el carisma es su espejo perfecto. Bachelet será, con toda probabilidad, la próxima Presidenta de Chile. Y para una política que tiene al alcance suyo el poder del Estado, no hay mayor peligro que la gente confíe en ella más que en su programa; ponga más fe en su actitud que en sus ideas; adhiera más al providencialismo de su voluntad que al proyecto que empujan quienes están a su lado.
El desafío de Bachelet es traducir el apoyo de la gente en proyecto. La transferencia en ideas.
En fin, y como todo, estas elecciones tuvieron también el leve sabor de lo trágico. Fue el caso de Allamand. Su vida personal ha estado atada a la historia política de Chile; pero el hilo que lo une a ella han sido, hasta ahora, los fracasos.
Carlos Peña