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Cartas
Sábado 01 de junio de 2013
Mi experiencia de Iglesia
Respecto de la entrevista del Padre Felipe Berríos, quisiera contar mi experiencia de Iglesia, que difiere en muchas cosas de lo expresado por él. Lo comento porque creo que todos tenemos visiones parciales de la realidad y cuando intentamos presentarlas como absolutas, no se consideran todas las variables, por lo que queda empobrecida y muchas veces caricaturizada.
Creo que la Iglesia chilena se hace cargo de esta realidad amplia y trata de abarcarla en su totalidad, no parcialmente. Por esto, existen en ella tantas formas de ayuda como parroquias, movimientos, instituciones y fundaciones que se preocupan por todas las personas, sin exclusión, y reflejan así la riqueza del mensaje de fe, esperanza y caridad de Jesucristo. Es la entrega generosa de tantos sacerdotes y laicos, a lo largo de nuestra querida Patria. Es la preocupación que siempre ha tenido la Iglesia por la dignidad de cada persona, sobre todo de los más necesitados, de los pobres, de los perseguidos, de los afligidos, de los sin voz.
Esta es mi experiencia de Iglesia, la de una Iglesia que intenta ser fiel al Evangelio y que se ha tomado muy en serio la misión de construir el Reino de Cristo en medio del mundo. En mis compañeros sacerdotes he visto siempre una entrega y generosidad admirables. Cada uno sirve al Señor con sencillez y humildad en el lugar donde el obispo lo ha destinado. Y desde ahí simplemente se entrega a cada persona que le es encomendada, buscando acoger, acompañar, aliviar, consolar, compartir... Los sacerdotes vivimos el ministerio con personas concretas, no con conceptos ni estereotipos. Uno se entrega a todos, sin importar ni la condición social ni política. Somos muy distintos unos de otros, sin embargo, hacemos grandes esfuerzos por vivir todos en comunión, la que experimentamos en un trabajo cercano y fraterno con los laicos.
Mi experiencia de Iglesia es que Cristo es para todos. Nuestra sociedad está marcada por demasiadas divisiones, donde se segrega a los ricos de los pobres, a los de derecha de los de izquierda... Me inquieta cuando se quiere segregar también al interior de la Iglesia. Es muy básico pensar una Iglesia solo para los ricos o solo para los pobres, eso es continuar segregando. Cristo no excluye a nadie. La Iglesia es tal vez la única instancia de la sociedad en que nos sentamos como iguales en una misma mesa: la riqueza de la diversidad es uno de los tesoros más preciados de la Iglesia. Hoy estoy en una parroquia en Vitacura, y hay ocasiones en que vienen a la misa mis antiguos parroquianos y amigos de Puente Alto, Maipú y Ñuñoa. Me siento especialmente Iglesia cuando todos nos sentamos en una misma banca, formando parte de una gran familia eclesial.
Mi experiencia de Iglesia es que en ella me siento parte de una tradición eclesial. La Iglesia no se inicia conmigo, sino que soy parte de ella en comunión con otros. Esta comunión eclesial la experimento de manera especial en el trabajo con los laicos y en la comunión con los obispos. Conozco a todos los obispos de Chile, y puedo dar testimonio de que son hombres sencillos, generosos, que buscan ser fieles y entregados en su ministerio. Tal vez no se les ve mucho en los medios, pues están ocupados en sus diócesis trabajando abnegadamente por reconstruir las confianzas en la Iglesia. Y todos ellos tienen una preocupación especial por los más necesitados. A veces queda la sensación que la opción por los pobres es exclusividad de algunos. Pero, para los obispos, al igual que para los sacerdotes y para todo cristiano, los pobres no son un discurso sociológico, sino que están en el corazón de nuestro ministerio, pues son el rostro concreto de Cristo. Los obispos son hombres de Dios, muy distintos entre sí, que trabajan con fidelidad por construir la comunión eclesial.
Nuestra Iglesia ha avanzado en trasparencia y unidad. Nos queda camino por recorrer y siempre hay aspectos que se pueden mejorar. Pero creo que no soy el único que puede decir que he vivido una experiencia de Iglesia como una familia grande, que no segrega, sino que acoge a todos y que es rica por su diversidad. Es la Iglesia que yo amo, a la cual he dedicado mi vida como sacerdote. Y me siento precisamente muy parte de ella cuando logro dar pasos por vivir en la comunión y no en la división.
Padre Osvaldo Fernández De Catro
Sacerdote diocesano de Santiago