El Partido Comunista ha tomado su decisión: Michelle Bachelet es su candidata en las primarias. Obvio, dirán algunos, porque ella ya tuvo una significativa trayectoria de compromisos con el órgano militar del PC, el FMR.
La decisión ha producido, qué duda cabe, enorme felicidad en el PS, tranquilidad en el PPD y conformidad en el PR, aunque los radicales aspiraban a un cariñito comunista para Gómez, como si de los años 60 se tratase.
En todo caso, cuando termine la primaria y todos cierren filas en torno a Bachelet, al sumarse los factores veremos lo mismo de hace casi 45 años, es decir, la UP: socialistas variopintos, comunistas y radicales.
Pero, y la DC, ¿qué papel jugará?
A diferencia de aquel dramático momento, en el que la Democracia Cristiana prefirió una vez más su vía propia y resultó tercera, ahora no quiere resignar la posibilidad de ser de nuevo ganadora con Bachelet.
¿Ganadora? ¿A qué costo?
La decisión del PC la deja en estado de shock . Nada le podría convenir menos, porque tiene que definirse frente al comunismo, o sea, debe realizar aquella operación que a los democratacristianos les ha resultado casi imposible desde que en 1946 Eduardo Frei Montalva pronunciara su inefable "Hay algo peor que el comunismo, esto es, el anticomunismo". Cualquier otra opción del PC era mejor para la DC. Y como los comunistas lo sabían, la arrinconaron, una vez más.
Seguramente usted tiene la sensación de que ya ha leído esta columna. Sin duda algo similar ya ha sido escrito. No se extrañe, porque en este tema, la DC ha sido reiteradamente confrontada en sus ya largos 75 años, desde la Falange hasta hoy.
Pero una vez más, no lo dude, la Democracia Cristiana recurrirá a la fórmula siempre fracasada: pedirles a los comunistas que rechacen las gravísimas violaciones a los derechos humanos perpetradas por todos los regímenes bajo su conducción; que declaren su adhesión a la democracia y, finalmente, que renieguen de gobiernos criminales como el cubano, el norcoreano y el sirio.
Cero problema para el PC. En su dominio de la retórica, repetirán algo así como "siempre hemos estado a favor de la democracia, nunca hemos validado las dictaduras y esperemos contribuir en el futuro a un desarrollo humano integral".
Como desde la DC nunca les preguntarán sobre su pasado inmediato en Chile, es decir, sobre su convicción revolucionaria contraria al orden jurídico durante la UP y su posterior lucha armada contra el gobierno del Presidente Pinochet, encabezada justamente por Teillier, muchos democratacristianos olvidarán los duros reproches de Aylwin y de Frei Montalva al gobierno de Allende. Cerrarán los ojitos y mirarán hacia delante.
Bueno, ya se sabe que es inútil pedirles que valoren seriamente el pasado o el presente, pero al menos hay que plantearles que intenten pensar responsablemente en el futuro. Esta es la única pregunta seria, madura, que todo DC debe hacerse: ¿Es posible una alianza de gobierno con los comunistas? ¿Van a respetar las concepciones sobre soberanía y sobre orden público, sobre la vida sin aborto y sobre los padres como los primeros educadores, sobre un orden jurídico sin mecanismos espurios disfrazados de asamblea constituyente y sobre el libre emprendimiento? ¿Se puede considerar su proyecto de futuro como un programa compatible con el humanismo cristiano?
La respuesta la tiene todo militante de la DC, todo simpatizante de la DC. Pero aunque dueños de sus votos, también esperan, sin duda, una orientación clara de sus dirigentes.
Ignacio Walker y sobre todo su candidato, Claudio Orrego, están frente a la disyuntiva: ¿Qué tendría más sabor en una alianza con los comunistas? ¿El ají o la jalea?