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Editorial
Miércoles 22 de mayo de 2013
Última cuenta del Presidente Piñera
En su recapitulación de logros destacó positivamente la ausencia de toda animosidad en la comparación natural con las cifras de administraciones anteriores, así como la explícita expresión de reconocimientos a la participación del Congreso...
En su último mensaje a la Nación, el Presidente Piñera esbozó un balance general de lo que ha sido su administración hasta esta fecha, cuando faltan poco menos de nueve meses para su término. Con ello, no solo dio cumplimiento al mandato de rendición de cuenta pública, sino que en cierto modo cerró conceptualmente el círculo que abrió con su primera intervención similar ante el Congreso en 2010, cuando, antes de enterarse tres meses desde el catastrófico terremoto del 27 de febrero de ese año, que lo forzó a modificar no poco de cuanto había anticipado para su gestión, presentó no obstante un ambicioso programa de gobierno, con metas y plazos concretos, y pidió que los chilenos no lo juzgaran por sus buenas intenciones, sino por los resultados y logros de su gestión. Y estos últimos son los que quiso pormenorizar ahora, en su último discurso al Congreso Pleno.
En ese ejercicio, era obviamente ineludible referirse a la tragedia que golpeó al país pocos días antes de que asumiera el mando. La pérdida de vidas y la enorme destrucción de infraestructura marcaron la instalación de su gobierno. La tarea de reconstrucción -en infraestructura tendría un 90% de avance y se completaría antes del fin del período, y en vivienda el 96% de las 222 mil soluciones habitacionales se encuentra entregado o en plena construcción- será una dimensión muy importante en la evaluación histórica de su Presidencia. Tal vez el Gobierno no ha sabido hacerla apreciar adecuadamente por la población, mas no es aventurado prever que el tiempo le hará justicia. Pero, más allá de eso -que de suyo es mucho-, su gestión aspira a configurarse como un legado mucho más amplio de logros.
A lo largo de su discurso de más de dos horas, las principales realizaciones fueron siendo enmarcadas en las definiciones centrales de su gobierno, que pueden resumirse en la voluntad de construir una sociedad de oportunidades, valores y seguridades. Las positivas cifras de crecimiento, con un promedio de 5,8% durante su mandato -que sitúa a Chile a la cabeza de los países de la OCDE-, y sus efectos en empleo, salarios y emprendimiento, con todo lo que eso conlleva, enmarcan también muchas de las acciones e iniciativas que ha impulsado el gobierno de la Alianza.
Sectorialmente, se extendió en detalle en los cambios realizados en educación, en todos sus planos -preescolar, escolar y superior- y en lo relativo a acceso, calidad y financiamiento. Muestra de ese esfuerzo es el aumento de los recursos invertidos, de 8.900 millones de dólares en 2009 a casi 14.000 millones actualmente.
Hizo lo propio en cada uno de los ámbitos principales de la gestión pública -salud, seguridad ciudadana, modernización del Estado, regionalización, reformas políticas, infraestructura-, con la seguridad de exhibir resultados concretos, alcanzados con esfuerzo, eficiencia y trabajo sistemático, contrastando en lo pertinente sus resultados con la situación existente al inicio de su mandato. En esa recapitulación destacó positivamente la ausencia de toda animosidad en la comparación natural con las cifras de administraciones anteriores, así como la explícita expresión de reconocimientos a la participación del Congreso cuandoquiera que correspondía hacerlo. Considerando que los cuatro gobiernos anteriores fueron de signo opuesto, así como lo es la mayoría parlamentaria con la que ha debido gobernar, y dada la tensa atmósfera política en los últimos meses, este matiz de elevación al plano de obra nacional común es especialmente bienvenido.
Piñera no eludió subrayar el sustrato valórico que inspira muchas de sus medidas más importantes, reafirmando, por ejemplo, su compromiso con la vida y en contra del aborto, la promoción de la familia, la libertad de los padres para elegir el tipo de educación de sus hijos, de las personas para decidir sus prestaciones de salud -materias que parecen amagadas en las propuestas programáticas fragmentariamente dadas a conocer por los precandidatos opositores-, y pidió también cobrar oportuna conciencia de los deberes y obligaciones que corresponden a cada uno, y no solo los derechos que los asisten -una referencia que ciertamente alude a las exigencias de los grupos que se manifiestan con más o menos violencia en "la calle", pero también aplicable a la crisis en que se debate una Europa que desde la II Guerra Mundial puso el énfasis en el Estado de Bienestar, en desmedro de las fuentes de iniciativa personal y productividad de las que aquel debe nutrirse para ser sustentable.
Con todo, fiel a su estilo, Piñera no renunció a bosquejar los nuevos desafíos que surgen a partir de los pasos ya dados y a avanzar en algunas propuestas que concentrarán su atención en los próximos meses. Eso fue planteado con reiterada confianza en las capacidades del país para lograr el pleno desarrollo a finales de esta década. Horizonte alcanzable y que ya se expresa en algunos de los problemas y aspiraciones que hoy tienen los chilenos, y que son propios de países que han alcanzado ese nivel. Así, junto con celebrar los 800 mil empleos creados en los últimos tres años -que acercan al país al pleno empleo-, anticipó la necesidad de crear otro millón de empleos durante la próxima década para lograr una tasa de participación de la mujer similar a los países desarrollados.
También priorizó lo energético, fijando fecha al proyecto de ley que permita la interconexión de los sistemas eléctricos del norte y centro del país.
Entre otros anuncios específicos, destacaron la extensión de la universalidad y gratuidad de la educación preescolar, con el envío de una reforma constitucional que establezca la obligatoriedad del kínder y permita alcanzar un ciclo de 13 años de educación garantizada; la creación de una Subsecretaría de Educación Superior -que habrá de evaluarse con cuidado en su hora-; la cobertura de Fonasa a prestaciones odontológicas, al apoyo financiero a los tratamientos básicos de fertilidad y el establecimiento de un bono de apoyo a la maternidad a partir del tercer hijo, orientando a nuestro país en la línea de las medidas adoptadas por las naciones europeas que han enfrentado una brusca baja en la tasa de natalidad.
Consciente de que el desarrollo no se limita a mediciones económicas generales, citó indicadores no tradicionales que dan cuenta de los vertiginosos cambios que desde 2009 a esta fecha ha experimentado la calidad de vida de los chilenos, tales como la asistencia a cines y restaurantes, viajes al exterior, publicación de libros, conexiones de televisión digital y de internet, la venta de automóviles, casas, electrodomésticos y línea blanca. En ese contexto se inserta el aplauso recibido por la Primera Dama, Cecilia Morel, al referirse el Presidente a su programa "Elige vivir sano", propio de una sociedad que cambia paulatinamente la naturaleza de sus necesidades.
En síntesis, un último mensaje no meramente de cierre, sino abundante en contenido, en un marco apropiado de solemnidad y respeto republicanos -rasgos destacables, dado el clima crispado antes referido-, y que precisamente por eso sobresale como un encomiable momento renovador de la confianza en la capacidad de los chilenos de todos los sectores democráticos para aportar a un futuro común de progreso y desarrollo, preservando una unidad básica en los cauces institucionales.