¿Tiene algún significado político el despido de Arturo Fontaine de la dirección del CEP?
Por supuesto. Y mucho.
Para comprenderlo es imprescindible dar un vistazo al origen del CEP y al papel que se autoasignó: el de ser un centro de derecha capaz de influir la cultura pública en Chile.
La cultura no es sólo una suma de objetos en los que se expresan los aspectos sublimes de la vida. También es un conjunto de puntos de vista, de valoraciones y de intereses, que ayudan a definir la realidad y, así, guían las decisiones de las personas. El campo cultural es un campo político: allí se decide quién tiene más prestigio y es digno de crédito; qué ideas son las que definen lo que es real, y cómo se traza la línea que divide lo posible de lo imposible.
Para ese campo de batalla fue creado el CEP.
Nació en los ochenta y su objeto siempre fue contribuir a que el modelo que impulsaba la dictadura lograra la hegemonía en el campo intelectual. No es causalidad que su presidente honorario sea Hayek, que allí se haya invitado a Thatcher, divulgado a Michael Novak, que entre sus financistas esté lo más conspicuo del empresariado, que las violaciones a los derechos humanos nunca aparecieran en sus reuniones o en sus páginas mientras hubo dictadura y que la candidatura de Büchi (con un joven Piñera empujándola) se haya fraguado, cuando el régimen de Pinochet languidecía, desde allí.
La actitud del CEP durante la totalidad de los ochenta queda bien descrita en las declaraciones que Hayek, su presidente Honorario, hizo luego de sus dos visitas a Chile:
"Como usted comprenderá es posible que un dictador gobierne de manera liberal. Yo personalmente prefiero a un dictador liberal que a un gobierno democrático carente de liberalismo". En mi experiencia -aclaró- "nunca encontré a nadie que no estuviera de acuerdo en que hubo más libertad bajo Pinochet que bajo Allende". La dictadura -declara luego de aseverar que en su opinión Chile bajo Pinochet transitará a la democracia- puede ser necesaria para construir la democracia: "Sólo así la justifico. Y la aconsejo" .
No cabe duda. El CEP nació atado al proyecto que impulsó la dictadura en Chile. La expresión intelectual y pública de ese proyecto -adornada con el discreto encanto de la burguesía- fue el CEP.
¿Cuál fue en medio de ese proceso el papel de Arturo Fontaine?
Arturo Fontaine acompañó al CEP desde sus mismos orígenes y no pudo desconocer -pensar algo distinto sería ofender su inteligencia- esa inspiración original a la que objetivamente, como gustaba decir Lenin, él se sumó.
Con todo, su gestión fue, en los hechos, modificando hasta cierto punto (y sólo hasta cierto punto) ese proyecto que inspiró al CEP. No dejó de expandir el proyecto neoliberal sólo que con amplia apertura y diálogo. Pero pretender (como se ha leído en la prensa por estos días) que el CEP fue un proyecto neutro e independiente y que a Arturo Fontaine se le despidió por oponerse al lucro, o escorarse a la izquierda, es simplemente una estupidez. Nada de eso le ocurrió.
¿Por qué entonces se le despidió?
La razón fue una inconsistencia que, tarde o temprano, se iba a manifestar. Arturo Fontaine es un escritor creativo para quien debió ser muy difícil trabajar haciendo de lo que Gramsci llamaba un intelectual orgánico: alguien cuya tarea era dar coherencia a un puñado de intereses parciales o de clase. Los intelectuales orgánicos viven de los intereses que promueven, un escritor vive de sus ideas y de sus fantasmas. Y Fontaine, al final, escogió a estos últimos.
Y el CEP no podía tolerar algo así.
Cuando el proyecto modernizador logró ser hegemónico, la cultura pudo aparentar ser autónoma incluso en los salones del CEP. Ahora que esa hegemonía está en crisis, y cuando la discusión se pone de verdad seria, la cultura pasa a ser lo que fue en los inicios de los ochenta para el CEP: el ámbito que hay que permear para que el proyecto que se le ocurrió a la dictadura siga vigente.
Y la vocación (no necesariamente la ideología) de Arturo Fontaine no está para eso.