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Cartas
Jueves 09 de mayo de 2013
Una sociedad triste
Señor Director:
Regresé hace poco a Chile tras cinco años en el extranjero. Y la fuerza enorme de la evidencia que sentí con mi familia al llegar y la aparente objetividad de haber visto nuestro país desde fuera me impulsaron a escribir estas líneas.
Las protestas callejeras que movilizan a la juventud en Santiago hunden sus raíces en un profundo descontento, no solo del lucro, ni del gobierno de turno o solo de un tema (la educación) o corriente ideológica en particular. Sospecho que ellos también huelen un sentido de vida chato en Chile.
Una mirada de corto plazo de las dinámicas de la oferta y demanda y su lógica de maximización del beneficio nos han conducido a una competitividad excesiva y la búsqueda del éxito, medidos casi exclusivamente por el dinero. Si bien es cierto que hemos accedido a más cosas, la vida de mucha gente se agota en el pago de las mismas.
Más que nunca veo que los chilenos nos hemos tragado el anzuelo de un sistema o modo de vida que en esencia es materialista, que nos ha hecho consumidores más que ciudadanos, al que hay que invertir toda energía, la salud, incluso la alegría de vivir, lo que está destruyendo también a las familias. Veo "yoes" y "otros", seres humanos escindidos, que subsisten en guetos y en lucha por prevalecer, con poco respeto, a codazos, bocinazos, gruñidos, con caras largas y ceños fruncidos. Saluden en un ascensor y vean cómo les va.
La tesis que planteo es que los mecanismos y los relatos que los sustentan y que han fundado nuestra sociedad han hecho crisis creando una forma de relacionarnos eminentemente transaccional, competitiva e individualista propia de una visión volcada hacia el tener. Sospecho que tras el descontento hay personas que no se sienten cómodas, que viven vidas prestadas, que se visten con trajes que no les acomodan, o estudian y trabajan donde no les gusta porque "así seré alguien". Claro está que esta situación genera desgano, miedo de no estar a la altura.
Urgen espacios por una verdadera calidad de vida con tiempo para la gratuidad, el afecto, la imaginación, el arte, la vida al aire libre, la nutrición interior y el disfrute de relaciones fundadas en la colaboración y no en la transacción. Es en esta tensión donde las preguntas sobre el sentido de la vida y el propósito, más allá de mis propios intereses, se hacen presentes y nos interrogan con fuerza como luces brillantes en el laberinto, abriendo espacio para un debate constructivo.
Eduardo Romo L.
Past President Generación Empresarial