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Editorial
Domingo 05 de mayo de 2013
Partidos y primarias: daño autoinfligido
La excusa más gruesa para dejar caer las primarias parlamentarias ha consistido en culpar al sistema binominal, pese a que la legislación de primarias apunta a favorecer la participación y la competencia interna, aspectos que se estiman como las mayores debilidades de aquel...
Probablemente habrá que esperar hasta las elecciones del 17 de noviembre para saber si pagaron algún costo las candidaturas parlamentarias por haber obviado el mecanismo de primarias. Parte del daño surge de la inconsecuencia de haber alabado la existencia del mecanismo para luego desecharlo, salvo RN, que lo utilizará para dirimir sus candidatos a diputados en 10 de los 60 distritos del país.
Los partidos políticos están conscientes de las virtudes de la participación en la definición de sus candidatos, y por eso la han proclamado, pero no están dispuestos a renunciar a la administración de un importante factor de negociación y compensación política, como lo es la asignación de los cupos parlamentarios, y en aras de esa práctica la desecharon.
Lo ocurrido favorece el discurso antipartidos, en boga entre algunos líderes y académicos de los movimientos sociales, lo que no necesariamente es beneficioso para el país. Incluso el precandidato independiente Andrés Velasco anunció que evalúa bajarse de las primarias y llegar hasta noviembre, en señal de rechazo a la actitud de los partidos.
La excusa más gruesa para dejar caer las primarias parlamentarias ha consistido en culpar al sistema binominal, pese a que la legislación de primarias apunta a favorecer la participación y la competencia interna, aspectos que se estiman como las mayores debilidades de aquel. Pero al escrutar con mayor profundidad, afloran las razones de lógica electoral e incertidumbres regulatorias que podrían ser objeto de futuras clarificaciones.
RN lleva a primarias 10 distritos en que procura identificar al mejor candidato, de sus filas o del movimiento Evópoli, pero el entendimiento general con su aliado para el total de la lista en el país ya está resuelto.
El improvisado relevo de la candidatura UDI de Laurence Golborne por la de Pablo Longueira terminó sepultando las primarias parlamentarias que se anunciaban en ese partido. La rigidez que le habrían provocado esos resultados no se aviene con la flexibilidad que requiere la urgencia política que vive.
La oposición intentó inscribir un conjunto de distritos para resolverlos por primarias, cuyos resultados son obligatorios, sin tener acordado el resto de la lista. Tratándose de un pacto, hay dudas de lo que podría suceder si no se obtiene un acuerdo satisfactorio para los restantes territorios, y quienes se sientan perjudicados se niegan a suscribirlo.
La intrincada negociación
Pero tan decisivo como lo anterior es la lógica electoral: la distribución de los cupos parlamentarios ha sido un tradicional mecanismo de compensación y ajuste dentro de los pactos, una vez resuelto el nombre de sus respectivos abanderados presidenciales. A eso se atribuye, por ejemplo, la resistencia del PRSD de entregar ciertos lugares en que podría ser electo José Antonio Gómez, en caso de ser derrotado en la primaria presidencial. Eso se sabrá el 30 de junio, y la lista parlamentaria debe inscribirse a más tardar el 19 de agosto.
Con todo, las primarias legales han tenido otro efecto novedoso en este proceso electoral: ellas han marcado el cronograma en dos etapas muy claras. Del 1 de mayo al 30 de junio, en que resultarán ungidos como candidatos presidenciales quienes salgan victoriosos de las primarias, y la campaña presidencial propiamente tal, desde esa fecha hasta el 17 de noviembre.
De no existir esta legislación, cada coalición -la Alianza y la Concertación más el PC- habría definido su abanderado por mecanismos o competencias propias, en distintos tiempos. Ejemplo emblemático es la concurrida primaria presidencial que decidió la nominación de Ricardo Lagos en mayo de 1999, en la que participaron un millón 385 mil personas. El candidato del PS y PPD obtuvo casi un millón de votos, pese a lo cual en diciembre prácticamente empató con Joaquín Lavín, forzando la hasta entonces inédita realización de la segunda vuelta electoral introducida por la Constitución de 1980.
Discursos clarificadores
La simultaneidad del actual proceso de primarias, con candidatos por casi cada partido político nacional, a excepción del PC y del PPD, permite que se desplieguen los discursos y propuestas más genuinos de cada colectividad, que posteriormente deben transigirse y conciliarse para formar un planteamiento que represente a todo el pacto.
En ese sentido, la actual voz de Allamand, Bachelet, Gómez, Longueira y Orrego pareciera reflejar las convicciones más íntimas de cada candidato. Aún no han tenido que salir a la búsqueda del voto blando o menos alineado políticamente, para formar la mayoría que les permita ganar la elección. El reto de hoy es entusiasmar y movilizar a sus partidarios.
En el caso de Bachelet, esto último ha causado alguna sorpresa cuando se contrastan sus actuales definiciones con lo que fue su gobierno. Pero no se puede perder de vista que en su administración representaba a toda la coalición, y hoy solo es la precandidata PS-PPD.
Para el éxito de la transacción programática y parlamentaria que seguirá a la primaria, es clave la fuerza que alcance cada uno en esa votación, o la unidad que exhiba en la negociación. De ahí la delicada coyuntura que enfrenta el PDC, dividido en dos mitades, una de las cuales ya parece inclinada por Bachelet. Se revive así la amarga noche de mayo de 1999, cuando los dirigentes de ese partido pedían depurar el padrón de militantes, tras advertir que muchos de ellos no solo votaron por Ricardo Lagos -abandonando a Andrés Zaldívar-, sino que habían sido apoderados del candidato socialista en las mesas de votación.