No es que Michelle Bachelet haya dicho muchas cosas en estas semanas, pero al menos nos ha regalado algunas palabras y hechos muy significativos.
De partida, ha contribuido a difundir esa sensación semiadolescente que marca nuestro clima social: aquí hay que cambiarlo todo. El ejemplo más claro es la formación de un grupo de estudios para elaborar un proyecto de nueva Constitución. Las declaraciones incendiarias de uno de sus miembros han concitado el interés de la prensa, pero lo más relevante no es quién integra ese selecto grupo de juristas sino las ausencias, los que no fueron convocados.
Los constitucionalistas son un recurso abundante en las filas de la Concertación, pero aquí faltan varias de sus primeras figuras (quizá para que no se repitan el plato). Nuevamente Bachelet nos habla a través de sus silencios. ¿Por qué habrá excluido a algunos especialistas más moderados (Viera-Gallo, por ejemplo, a quien ella misma nombró en el Tribunal Constitucional)? ¿Será que con este proyecto no pretende más que jugar al tejo pasado, o realmente quiere una Constitución que no deje títere con cabeza?
Al hablar de una nueva Constitución, Bachelet pretende enterrar la Constitución Política de 2005, uno de los proyectos emblemáticos de su antecesor, el Presidente Ricardo Lagos: "Tenemos hoy por fin una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile". No es la primera vez que ella se separa de esa figura, a la que debe casi todo su estrellato político, pero aquí está marcando una distancia muy elocuente respecto de su legado.
Ya se habla de que cuatro años son muy pocos para un periodo presidencial, y que sería bueno instaurar la reelección. También ha habido una fuerte arremetida contra las leyes de quórum calificado. Más allá de lo que pensemos sobre estos temas, da la impresión de que cierto bacheletismo no quiere obstáculos para el tsunami que nos está preparando. Esta lógica oportunista marca una diferencia con el estilo sobrio del ex Presidente Lagos y otras destacadas figuras de la Concertación.
Si lo que se busca es una Constitución a la medida de Bachelet, no sería una fórmula excesivamente novedosa. Es una tendencia que se ha difundido por buena parte de Latinoamérica: basta mirar al otro lado de la Cordillera. ¿Veremos en los próximos meses una "Cristinización" de Bachelet? Más allá de las evidentes diferencias de personalidad, ¿hará propio el estilo terco y autoritario de su amiga, de modo que tendremos que hablar de la "Sra. B"?
Hay, con todo, una diferencia importante entre Cristina Fernández y Michelle Bachelet: la Sra. K ha sido respetuosa del derecho a la vida. Nuestra precandidata, en cambio, aprovechó una entrevista televisiva para dar a conocer sus propósitos en un tema delicado, el aborto. Aunque se refirió específicamente al aborto terapéutico y en caso de violación, (los casos "indispensables", según ella), el argumento que dio, "la mujer es dueña de su propio cuerpo", permite justificar cualquier tipo de aborto (por más que sea un argumento tan malo que parte importante de los autores abortistas ya no lo emplean).
El momento para pronunciarse fue perfecto, porque en esos días todo Chile estaba hablando de la acusación a Harald Beyer. Así evitó abrir debate sobre una materia que es políticamente complicada para una coalición que incluye a la Democracia Cristiana.
Durante su Presidencia, Michelle Bachelet no quiso abordar la cuestión del aborto, pero los tiempos están cambiando: la Iglesia ha perdido influencia, los evangélicos están divididos y los medios de comunicación han adquirido otras tonalidades.
Por otra parte, sus nuevas propuestas educacionales no sólo se refieren al fin del lucro y a la gratuidad. En una entrevista reciente señaló: "Estoy absolutamente a favor de la educación pública, laica, gratuita y de calidad para todos". El adjetivo novedoso aquí es "laica", que hasta ahora era solamente una aspiración de ciertos líderes estudiantiles. ¿Qué significa? ¿Pretenderá, por ejemplo, acabar con las clases de religión en las escuelas públicas, o simplemente repitió una frase hecha? No queda muy claro, pero si durante su eventual Presidencia decide tomar medidas drásticas, tanto aquí como en el caso del aborto y la Constitución, nadie podrá acusarla de habernos engañado.