Señor Director:

La acusación constitucional y la destitución del ministro de Educación han abierto las puertas de un Chile sorprendente al tenor de su análisis. La primera sorpresa es la capacidad de ira del oficialismo y sus partidos y redes de apoyo. Lo constatamos ya en las décadas del 70 y 80, pero su nivel conductual sobrepasó lo esperado en 23 años de democracia y de acuerdos. No enumeraré ejemplos para ser consecuente con mi intervención en el Senado: "No más guerra, nunca más el grito de la Pasionaria española llamando a la guerra". Pero al parecer me equivoqué, porque los términos usados demuestran que el alma de la Alianza sigue siendo wagneriana hasta producir preocupación democrática.

Ha superado también todo pronóstico la imagen teatral de las conductas de los derrotados. La adulación exagerada no es de nuestra alma mater. Tampoco el destemple o la declaración de guerra de los líderes oficialistas, con la excepción de muchos que valoro.

Han aparecido catones que, como siempre sucede, callados y responsables de mucho de lo que hoy ocurre, pontifican sobre lo que no evitaron. También los que han perdido una maravillosa ocasión para callar porque no tienen tejado firme, o los que -ocultando su concepción totalitaria- buscan destruir el Congreso porque nunca lo han apreciado. Aunque tal vez lo más penoso sea el lenguaje procaz o el vocerío lloroso para criticar a los que creen que deben ser leales a su sola orden olvidando que Chile ha demostrado que abriga en su seno hombres y mujeres libres, sin aspavientos, porque la libertad no requiere fanfarria.

Uno de los nuestros ha discrepado. Pero respetamos su libertad de voto porque seguimos a San Agustín:

En lo fundamental: Unidad

En lo opinable: Libertad

Siempre: Fraternidad.

Los que votamos aprobando la acusación somos dignos, libres y no payasos que seguimos a otros como ovejas por cupos parlamentarios como estulta y torpemente se nos ha imputado.

Los procedimientos constitucionales pueden tener errores, pero, como dijera Churchill, la democracia es aún el menos malo de los sistemas de gobierno.

Pero también me afirmo en la palabra vaticana: La política es el quehacer más cercano a la religión caritativa que puede ejercer el hombre o la mujer, y eso es lo que honesta y firmemente buscamos cumplir e hicimos.

Dr. Mariano Ruiz-Esquide Jara
Senador de la República