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Cartas
Sábado 20 de abril de 2013
Juana de Arco
Señor Director:
Recuerdo que en la acusación a Provoste, "El Mercurio" publicó una carta mía sobre la condición de diaguita de la ministra, fustigando que la convirtieran en Juana de Arco, o que quisiera ser Juana de Arco, como "salvadora".
Hoy se repite la historia con Beyer. Él puede ser "diaguita", es decir ser lo que es por origen. Un PHD de UCLA que ha trabajado en el CEP desde 1987. Como tal, consultado en varias políticas públicas como experto. Su condición profesional lo lleva a ser llamado para ministro.
Un ministro no es un ser superior, ni puede con el título querer ascender a serlo. Beyer no es superior, tampoco es un genio, tampoco es un mártir, es simplemente un técnico (más) que se mete a la política y es triturado por ella.
La política, por otra parte, tiene poco que ver con el desempeño, con las acciones concretas, con los resultados, sino que tiene que ver más con los sentimientos y los valores de cada cual.
La transición chilena ha mostrado que los técnicos sobreviven menos a la política que los políticos. El Transantiago, por otra parte, terminó de desmitificar a los técnicos como seres que sabían más.
Ergo, Beyer no es la historia de esta acusación, sino más bien se acusó a la derecha del lucro, que es el corazón de la queja que tiene Chile contra el poder económico. La masificación de la educación privada es un invento de la derecha, aunque la Concertación la combatiera tímidamente.
Si la educación privada que inventó la derecha hubiese producido excelencia, y acceso de todos a ella, no habría habido movimiento estudiantil. La educación privada en la que el que invierte gana dinero a pesar de que educa mal, es la que ha fracasado. Esa es la cuenta que ha pagado Beyer. Sus avances técnicos son una gota en ese océano.
El Parlamento, por una vez, ha interpretado, representado esa queja profunda, que hasta ahora no había tenido expresión.
Transformar a Beyer en Juana de Arco es creer que esto tiene que ver con él y Provoste. La verdad es que ambos son irrelevantes para la inmensa mayoría de la población. Bachelet perdería la elección si no logra interpretar la queja. El Chile del dedo meñique se acabó, nadie hoy puede cambiar las cosas con el dedo meñique.
Como dijo Beck el otro día en una conferencia, vivimos un nuevo paradigma y lo juzgamos con los conceptos del viejo. Una transformación sin transformadores. En ese nuevo paradigma, las "Provoste" y los "Beyer" se miden por las expectativas de la mayoría que en promedio tiene 11 años de educación.
Vamos galopando a la sociedad en la que todos son iguales ante la ley, sin Juanas de Arco.
Marta Lagos