Como "Rain" lo reveló en 2011 en el mismo escenario, "Donka: Una carta para Chéjov" confirma al suizo-italiano Daniele Finzi Pasca como un maestro de la puesta en escena de inagotable creatividad, un virtuoso inventor de imágenes prodigiosas y atmósferas de cautivante sugerencia a partir de las técnicas y materiales más dispares e impensados (hielo, por ejemplo). Empezando por las destrezas circenses en la base de su formación, la poderosa teatralidad de este espectáculo, estrenado en Moscú en 2009 en un homenaje a los 150 años del nacimiento del gran dramaturgo Antón Chéjov (desde entonces gira por el mundo con enorme éxito), indica además que su estilo ha derivado hacia la poética del escenario, la magia del teatro total.
Quien haya visto el Cirque du Soleil, para el cual Finzi Pasca montó "Corteo" en 2005, se sentirá tentado a comparar. Pero esto es muy superior. Porque deliberadamente rechaza el alarde grandilocuente de espectacularidad y la recargada producción, para alcanzar hallazgos expresivos más variados y sensibles con menos recursos. En eso "Donka" -una creación más personal, intimista y de mayor vuelo artístico- también supera a "Rain".
Se despliega como un maravilloso desfile de escenas que conjugan actuación clownesca, danza, música y canto hechos en vivo, destrezas circenses, más teatro de sombras y proyecciones digitales en gran pantalla, unidas por un texto dicho mayormente en castellano (pero con frases en otros cuatro idiomas). Los diez ejecutantes resultan irresistibles, no solo por su 'ángel' y extraordinarias habilidades físicas, sino porque también actúan, bailan y cantan con pericia.
Hay que decir, sin embargo, que las referencias a Chéjov son espaciadas e imprecisas. Se alude a la Rusia zarista y las escenas de ambiente hospitalario nos recuerdan que el dramaturgo fue también un médico. Un "actor" anuncia varias veces que "Constantin ha muerto", hablando quizás del protagonista de "La Gaviota", y el trío femenino podría o no citar a "Las tres hermanas". Quiere articular un reflejo muy subjetivo e impresionista de la conexión del autor con el mundo chejoviano, pero se abre hacia algo más general: el misterio de la representación y de la vida, la libertad imaginativa del creador y el niño, el alma rusa.
Por eso se recomienda dejar a Chéjov un poco al lado, y entregarse simplemente al gozo de la seducción sensorial. Tampoco se puede omitir que tras el largo intermedio, la segunda parte resulta algo reiterativa y estirada (100 minutos totales más la pausa).
Teatro Municipal de Las Condes. Av. Apoquindo 3400. Teléfono: 29507000. Funciones a las 19:30 horas (miércoles a sábado) y 17:00 horas (domingo).