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Editorial
Domingo 14 de abril de 2013
"Cuidemos el país de todos"
Abundan en la trayectoria del Congreso chileno ejemplos de decisiones nobles, adoptadas por figuras con sentido patrio, pese a la impopularidad transitoria que pudiere significarles...
El Presidente Piñera, a menudo criticado por sus intervenciones en asuntos más propios de instancias ministeriales u otras, tuvo esta semana una indiscutible actuación de estadista, cuando llamó a "cuidar el país de todos, cuidar lo que juntos hemos construido. No permitamos que la demagogia o la violencia terminen descarrilando a nuestro país... Construir un país es muy difícil, destruirlo es muy fácil".
En lo mucho que Chile ha avanzado coinciden todas las evaluaciones internacionales. No obstante, esta semana se manifestaron también, juntas, muchas de sus grandes vulnerabilidades: el paro portuario mostró que una minoría organizada e indiferente al bien común puede, so pretexto de una colación, lograr la "solidaridad" de otros puertos y poner en jaque las exportaciones chilenas, perjudicando -como lo resaltó el Presidente- "a la agricultura, a la minería, al transporte, al comercio, a los trabajadores chilenos". Acto seguido, el paro de los sindicatos de Codelco desnudó la vulnerabilidad de nuestra principal riqueza y de nuestra principal empresa, enfrentada a exigencias imposibles de satisfacer, de inspiración no laboral, sino ideológica, y ajenas a su competencia. Contrasta ese golpe con los esfuerzos de su administración por seguir actuando competitivamente en los mercados mundiales, pese a condiciones que nadie ignora que desmejoran -como la ley de sus minerales-. Afortunadamente, sus organizadores no pudieron capturar a la minería privada, lo que habría empeorado el daño para el país. Y luego, este jueves, fue el turno de movimientos estudiantiles dirigidos por grupos extremos.
Así, muchos se aprestan para plantear durante este año exigencias máximas, al amparo de un mayor bienestar real, pero que dista de hallarse consolidado y es aún precario.
Si las instancias institucionales se doblegaren ante tal embestida, Chile caería en un populismo desatado, del que abundan ejemplos en América Latina, que matan el impulso incluso de países mucho más ricos que el nuestro, y por eso pueden, al menos en apariencia, resistirlo por más tiempo. Con realismo, no deberíamos olvidar que somos más frágiles.
Momento clave en la historia del Congreso
Para bien o para mal, la semana que viene será, efectivamente, histórica para el Congreso -y en especial para el Senado-, pues habrá de actuar en conformidad (o no) con los mejores momentos de una secular tradición de independencia, de capacidad individual de cada parlamentario para actuar inspirado por convicciones y no por órdenes de partido. El Congreso chileno -a diferencia de otros latinoamericanos- no ha sido un órgano meramente ratificador del Ejecutivo de turno ni tampoco seguidor de una u otra oleada prevaleciente en la contingencia política. Abundan en su trayectoria ejemplos de decisiones nobles, adoptadas por figuras con sentido patrio, pese a la impopularidad transitoria que pudiere significarles.
En la acusación contra el ministro Beyer -cuyas graves fallas de forma y sustancia son de todos conocidas- se espera un pronunciamiento como jurado, literalmente en conciencia, según prescribe la norma constitucional que data de la estructuración misma de la República. Hay aquí una cuestión de nivel cívico que cada senador debería ponderar sin sujeción a intimidaciones grupales.
No es fácil, pero tampoco imposible. Desde 1990, en horas críticas pudieron prevalecer muchas veces los grandes acuerdos políticos por sobre la lógica de triunfar por un voto.
Se habla mucho de renovar la política y reconectarla con las generaciones jóvenes, pero el mejor estímulo para interesar a estos en la vida pública no es solo por mecanismos electorales, sino por mística, que no despierta ante maniobras mezquinas, sino exactamente lo contrario. Sin sintonía entre el idealismo juvenil y la conducta de los políticos, es ilusorio esperar que los jóvenes se inclinen por el auténtico servicio público. El grueso de ellos no se llamará a engaño en cuanto a la falta de grandeza que supondría sumarse a una acusación que carece de fundamento en la realidad y, además, adolece de burdísimos vicios de forma, pues apunta a un ministro del Interior y no de Educación.
Semana test
Con igual aspiración de progreso cívico, las primarias son un avance notable, pues abre a todos la posibilidad de competir por un cargo público, más allá de decisiones cupulares. En todos los planos, la buena política recibe un impulso cuando el tenedor de un cargo puede ser efectivamente desafiado por un aspirante. De allí la conveniencia de que el Estado incentive esta modalidad. Pero la enrevesada evolución legislativa del proyecto respectivo ha llevado a transacciones y fórmulas carentes de solidez técnica mínima -comentadas por separado en esta misma página-, que a la postre arriesgan malbaratar un excelente instrumento.
Lo ocurrido en cuanto a las primarias es un ejemplo en pequeño de lo que ocurriría en el máximo nivel, si se abriera -como se ha planteado- la elaboración de una nueva Constitución, y no ya solo a la discusión parlamentaria, sino a la voz de la calle. Los hechos de esta semana han entregado suficientes "balones de prueba" sobre el curso que seguiría semejante iniciativa.