Un atractivo testimonio del uso imaginativo de materiales desacostumbrados nos proporciona la exposición de Eliana Simonetti. Y, algo habitual en ella, en Galería Isabel Aninat vuelve a cumplir a fondo su cometido. Así convierte el fuego regulable -pero no menos radical- de la soldadora en instrumento capaz de crear pintura y gráfica. Con esa llama, pues, no solo hiere soportes muy novedosos, sino que también los vuelve elemento capital de sus obras. Victimario -el haz quemante- y víctima -negro fieltro sintético, blanco cuero de la industria aérea, oscura y entramada piel sintética, papel vinílico- se hacen, entonces, una unidad férrea, capaz además de ostentar forma y color propios. Al mismo tiempo, suele añadirse otro integrante fundamental, un vacío con atributos especiales. Eso ocurre en los dos probables trabajos más ricos, más hermosos de la exhibición: "X" y "Encuadre". En el primer caso, las bien calibradas roturas triangular o rectangular introducen el gris azulado de la sombra del muro y el ocre anaranjado del reverso, como partes de la obra. La segunda realización produce apariencia de planchitas metálicas o de pequeños espejos a semejantes aberturas. A ellos se suma el nutrido políptico "Silabario", donde se agazapan junto a negro y grises, colores tierras y ocres amarillentos. En tales productos asoma, asimismo, el gusto de Simonetti por la saturada fragmentación serial.
De todos modos, siempre se trata de abstracciones, que ya se acercan a la geometría o a un trazado informal con mucho de gesto caligráfico. Si también llama la atención el tríptico, curiosa pancarta con sus listones de madera, el bonito grupo "Giros" opta por sucesiones de curvas ordenadas. En este último, el dibujo que hiende los soportes se transforma en refinado blanco brillante. Igual brillo se vuelve una propiedad que se repite con frecuencia en lo acá mostrado. Cuatro esculturas completan el conjunto expuesto. De nuevo, un material muy novedoso las constituye. Aunque a primera vista parecen cerámicas, pronto hacen valer sus atributos de sorprendente caucho de neumáticos de avión desgastado por el uso. De grata blandura al tacto, sus naturales coloraciones delicadas y su construcción en espiral les comunica aspecto sugerente de grandes conchas marinas. Ello no impide que se integren con la mayor armonía a la exposición entera.
Arte a través del Pacífico
Los frutos artísticos de un marítimo viaje ecológico a través del océano Pacífico Sur, entre Nueva Zelandia y nuestra Isla de Pascua, se muestran en el MAC del Parque Forestal. Lo realizaron ocho autores neozelandeses y uno australiano, todos ellos en la madurez de la edad. Hay videos, fotografías, grabados, pinturas, esculturas-objetos, instalaciones. Si bien interesa muchísimo conocer artistas de esas latitudes, debe reconocerse que sus conquistas visuales resultan desiguales. Y de Australia procede el nombre más atrayente, Fiona Hall. Su interpretación de la contaminación ambiental marina emerge plena de inventiva y refinamiento. El pop art encantador de sus pequeños objetos encontrados, ya como ensamblado mural o, más frecuente, aislados, se transfiguran en testigos originales y elocuentes del mar. Encontramos también pinturas suyas monocromáticas con tinta natural; una nueva figuración de finas y poderosas imágenes evoca el transporte comercial acuático. Del octeto restante acaso destaca Jason O'Hara, en especial por su tríptico fotográfico sin color, el cual logra transmitirnos la sensación del peculiar viaje. Al igual que el participante anterior, Bruce Foster recurre a fotos multicolores. En amplio formato recogen con realismo directo la progresiva invasión antiecológica. En favor de la misma causa, Phil Dadson nos entrega una instalación con la doble mirada de videos; a través de los ojos de buey de una nave, acusa selva y océano contaminados.
Entre los cinco pintores neozelandeses concurrentes tenemos a Dame Robin White. Sus tres enormes cuadros en corteza vegetal desarrollan una especie de jeroglíficos de fuerte sabor aborigen. Por su parte, Gregory O'Brien utiliza el acrílico y el lienzo tradicionales para sus narraciones figurativas del mundo isleño que John Pule convierte en frondosa vegetación ornamental, aunque preferimos la solución plástica aplicada a sus grabados de igual temática. Un tanto decorativa resulta la interpretación del sucederse de las olas en altamar, de John Reynolds, cuyo par de instalaciones ofrece grupos de coloreados cuadros que suelen incluir una palabra clave. Elizabeth Thomson concluye la embajada transoceánica con visiones biológicas que parecieran observaciones de microscopio.
A fojas cero
Fuego y soportes novedosos se unifican en la producción última de Eliana Simonetti
Lugar: Galería Isabel Aninat
Fecha: hasta el 21 de abril
Kermadec, art across the Pacific
9 artistas de Australia y Nueva Zelandia interpretan una travesía oceánica
Lugar: Museo de Arte Contemporáneo
Fecha: hasta el 19 de mayo