La apuesta de la Ministra del Trabajo , Evelyn Matthei, es de paz. Y así es como en los próximos días extenderá un mantel para propiciar una mesa nacional de diálogo en que sentará al gremio de los portuarios. Los mismos que han protagonizado un paro largo y también sui generis , en medio de las movilizaciones diversas con que decidió irrumpir este comienzo de año.
Es su opción, la del Gobierno, y la defiende. Cree que hay mucho que avanzar en cuanto a las condiciones laborales de estos trabajadores. Que en el sector de los puertos -aunque ve progresos muy importantes- ha quedado mucho pendiente a lo largo de años de desconfianza y heridas abiertas.
Los exportadores, víctimas sin voz ni voto en el conflicto, demandan una institucionalidad ad hoc para cuando se presentan este tipo de situaciones, las que no ven lejos de repetirse. Me cuentan que en Estados Unidos, por ejemplo, los estibadores firman en sus contratos un compromiso de atender, incluso en tiempos de huelga, las cargas perecibles. Aunque parezca increíble aún hoy -al momento de este despacho-,
me aseguran que quedan cientos de containers de fruta por ser embarcados en San Antonio , apilados desde que ese terminal entró en paro alrededor del 25 de marzo.
En la industria ven que lo que se proyecta, en definitiva, es un cambio estructural. Aseguran que el cruce de costos y tarifas es muy ajustado. Y que lo que se impondrá son puertos muy mecanizados, con pocos trabajadores muy bien pagados. Más cuando se trata de un rubro en el que los empresarios son fundamentalmente los grupos Von Appen, Luksic y Matte, poderosos e innovadores.
Son tres miradas que recogí, junto con la historia aún en desarrollo de esta huelga de puertos en cadena, que partió el 16 de marzo, y que tuvo su momento peak ocho días después y se desactiva a partir del pasado fin de semana.
El pacto de solidaridad -para algunos "colusión ilegal"- entre los sindicatos desde Iquique a la Octava Región es una de las peculiaridades que ha tenido la huelga de los portuarios. La "chispa" que la encendió también es especial: en el pequeño, lejano y poco gravitante terminal de Angamos, en Mejillones, los trabajadores de un sindicato pararon sorpresivamente demandando media hora para almorzar, un petitorio conocido en la industria, que varios tenían resuelto ya con bonos compensatorios de la colación. Pero la "chispa", como se vio, encendió fuego en el gremio y se expandió de puerto en puerto; por días y días los containers se quedaron sin ser embarcados a sus destinos, con fruta, cobre, ácido sulfúrico, productos forestales. La furia de los exportadores estalló y se temió en un momento que llegara mucho más lejos.
Otros factores clave en la historia que hoy se relata en pasado, pero también presente y... futuro, tienen que ver con la
"guerra de duros" que se da en los puertos en todas partes del mundo, y que se ha visto en tantos guiones de cine.
Los instigadores de las huelgas se mueven casi como mafias, que actúan con amenazas y amedrentamientos del más alto tenor , al extremo que nadie en su sano juicio podría atreverse a salir a trabajar por temor a represalias. En el caso de Angamos, aunque fue uno de cinco sindicatos el que fue a paro inicialmente, intentar mover aunque fuera una grúa, significaba arriesgar a un mártir; se dice que trajeron a un operador de otro lugar de Chile, pero que arriesgarlo a recibir las penas de un "traidor" era una insensatez.
Y, ojo, fuera de algún recurso de protección muy aislado, no se ha sabido de nadie que haya recurrido a tribunales.
La historia de la rebelión de los portuarios , en todo caso, se comenzó a escribir mucho antes, y tuvo un momento decisivo cuando el directivo de la Unión Portuaria del Biobío,
José Agurto , promovió y logró que se firmara por escrito ese "Pacto de Solidaridad" entre los sindicatos, que incluye a los de la Octava Región, pero también a los de San Antonio, Iquique y Antofagasta. En octubre probaron por primera vez la lealtad de sus redes y se recuerda que hubo alrededor de 10 días de problemas, de los cuales poco se supo, puesto que no se estaba en el peak de las exportaciones de fruta como ahora.
Me aseguran que en los sindicatos no hay uno que sea el mandamás. Lo que Agurto es en la Octava, son
Sergio Baeza y Roberto Rojas -principales dirigentes que negocian con la familia Von Appen- en los puertos de Valparaíso, Arica, Angamos, Coquimbo y Punta Arenas, donde paralizaciones solidarias también hubo, pero de más bajo alcance: fueron brotes esporádicos, parciales y en algunos casos trabajo lento. En San Antonio el líder más visible es
Sergio Vargas . El más duro en los episodios de los últimos días, pertenece a uno de los tres terminales del principal puerto del país, pero estuvo presente en todos y cada uno de los focos del conflicto.
Se dice de él que
no obedece a directrices políticas y que no tiene que ver con el PC ; que su perfilamiento es ciento por ciento gremial, así como la naturaleza del propio conflicto. Es lo que recogí, así como que en Mejillones fueron vistos los dos dirigentes del cobre Raimundo Espinoza y Cristián Cuevas; ambos dijeron que habían acudido a enterarse de la situación del terminal desde donde se embarca el metal.
La propia ministra Matthei se juega por este punto: "El origen de este conflicto no es un problema ideológico-político, ni está gatillado por partidos, ni externamente. Este es un tema sindical".
No hay buenas explicaciones para el tiempo tan largo que tomó el paro hasta que se cargaron los primeros barcos el fin de semana pasado y el mismísimo Presidente de la República salió a anunciarlo en La Moneda el domingo. Varias veces hubo acuerdos "a punto de"... y otras tantas se cayeron... hasta por un tuiteo de un senador que cantó victoria antes de tiempo. La ministra Matthei se involucró sin complejos y hasta viajó personalmente al norte.
Uno de los involucrados con los que conversé piensa que ha habido demasiado "gallito" en el conflicto y que eso dilató la solución de los problemas. Hay dirigentes que han salido perdiendo en forma relativa o que han perdido autoridad, me señala, pero que no están derrotados, y es posible que pasen la cuenta en algún momento.
Al final del día todos los trabajadores de los puertos tienen un bono compensatorio por la media hora de colación: $3.600, algunos con un extra de $400. Ninguno de $10 mil como se llegó a demandar.
¿Las pérdidas? : por todos lados, como se ha comentado ampliamente. En millonarios montos, que se irán cuantificando con los días, pero también en imagen país, fuga de clientes y capaz que hasta merma de empleos en el sector frutícola.
¿Propuestas?
Evelyn Matthei afirma que "como ministra del Trabajo quiero decir que hay temas que hay que abordar". Por ejemplo, le parece "rarísimo" que en los puertos
no haya comités paritarios para los accidentes. "Por otra parte, uno ve la labor en el puerto y se da cuenta que
una persona a los 65 años no puede estar trabajando en algunas de las faenas".
Precisa la ministra que hoy día las condiciones de los trabajadores son mucho mejores que hace 10 años; pero que las relaciones laborales hay que trabajarlas mucho más en el país. Y los empresarios tienen que tener en cuenta que en un Chile con poco desempleo cambia la forma de relacionarse. "El trabajador alega, exige y se para". Y lo que cabe desarrollar para esa nueva realidad es un mucho mejor diálogo".
Ronald Bown , en su complicado papel de presidente de los exportadores de fruta, apuesta por una nueva institucionalidad que permita "negociaciones de manera más armoniosa". Piensa en la instauración de
comités de arbitraje con poderes resolutivos y en cláusulas especiales para los productos de perecibles. "Nosotros, los exportadores de fruta, terminamos siendo los principales pagadores de los costos de un problema que no nos incumbe".
Hoy reina en todo caso máxima cautela, sobre todo cuando el próximo mes de mayo toca negociar condiciones laborales en los puertos de la Octava Región. Todos con quienes conversé estiman que "la situación sigue complicada" y el conflicto no está ciento por ciento resuelto.