Señor Director:
Una prueba del hecho de que, a 40 años del Golpe de Estado, en el país conviven memorias contrapuestas e interpretaciones polares acerca de nuestra historia reciente, la entrega el
artículo del abogado Pablo Rodríguez en "El Mercurio" del 1 de abril del presente, titulado "Paradoja histórica".
Rodríguez se interroga y se lamenta del hecho de que "los que destruyeron la democracia e intentaron sustituirla por una dictadura marxista -cuestión que entre 1970 y 1973 se reconocía con soberbia desafiante- son sus restauradores y los que lucharon por defenderla y restablecer las condiciones necesarias para que pudiera funcionar, sus destructores. ¿Cómo ha podido producirse esta paradoja?", se pregunta.
El alegato de Rodríguez da cuenta de la actualidad de la lucha por la interpretación del pasado y la lamentable posición en que han sido dejados Pinochet y sus seguidores, pero sobre todo refleja su incomprensión del alcance ético y político que tuvieron las violaciones a los Derechos Humanos durante el período dictatorial, que es lo que explica, a fin de cuentas, lo que para él resulta tan paradojal.
No es la experiencia de la Unidad Popular, con sus luces y sombras, ni la lógica de la Guerra Fría, en la que Rodríguez parece haber quedado atrapado, lo que marca la interpretación de nuestro presente, sino la experiencia traumática derivada del hecho que desde el Estado se implementó una política criminal de violaciones sistemáticas y masivas de los Derechos Humanos durante el período dictatorial.
La implementación de esa política no dejó a nadie fuera: están los perpetradores y las víctimas, pero también los que callaron y los que defendieron a los perseguidos. No es extraño ni paradojal, entonces, que unos ocupen hoy un sitial de supremacía sobre aquellos que cometieron los crímenes o los sustentaron política y moralmente.
Ricardo Brodsky B.Director Museo de la Memoria y los Derechos Humanos