Los resultados revisados del Censo 2012 fueron dados a conocer, con una primera corrección por los ajustes que normalmente se hacen una vez que se ha examinado con más detenimiento el proceso de consulta vivienda a vivienda, y se estiman las fallas en que se pudiere haber incurrido.
Lo primero que surge de esas cifras es que el número total de habitantes del país sube solo en un leve monto respecto del valor dado a conocer inicialmente el año pasado: la medición revisada es de 16 millones 634 mil habitantes, esto es, 62 mil personas más que la cifra entregada antes, lo que constituye apenas 0,3% de diferencia, bastante menor que el rango que podría haber alcanzado según lo anunciado en ese momento por el INE, cuyas estimaciones permitían pensar que podría haber una variación de hasta 3%. Esto significa que en una década la población solo ha aumentado en 1,5 millones de habitantes, con un crecimiento vegetativo de 0,97%, uno de los más bajos de América Latina, aunque no más bajo que México (0,81%) o Brasil (0,90%), los más poblados de la región.
Este escaso crecimiento vegetativo, pese a ser preocupante por su cuantía, forma parte de una tendencia mundial de los países que aumentan su nivel de vida. A medida que eso ocurre, el crecimiento de la población disminuye, lo que suele ir asociado con la plena incorporación de la mujer al trabajo, que dificulta la crianza de un mayor número de hijos, y las familias optan por tener un número menor. También puede deberse a fenómenos eventualmente transitorios, como la postergación de la edad de reproducción, que deja a los países por un buen número de años con una baja tasa de nacimientos por mujer en edad fértil (en Chile cayó de 1,59 a 1,45 en 10 años). En el caso de nuestro país, puede haber una mezcla de ambas cosas, y se requieren estudios más precisos para determinarlo. Con razón el Presidente Piñera, junto con destacar las realizaciones materiales consignadas por el censo, subrayó la importancia de revalorizar la maternidad, como se ha estado haciendo en los últimos años con medidas como el posnatal y la mayor cobertura de salas cuna y jardines infantiles. Una tasa regresiva de natalidad significa debilidad en términos estratégicos de desarrollo futuro. Países escandinavos y europeos han revertido las nefastas políticas de limitación de la natalidad, igualmente aplicadas en Chile a fines de los años 60 del siglo pasado. El impacto de una población envejecida, tanto en la seguridad social como en la dotación de población activa mejor preparada, es ciertamente un desafío para Chile, como lo calificó ayer el Mandatario.
Otras cifras que destacan en el censo son las que indican que se mantiene una mayor proporción de mujeres que de hombres (100 mujeres por cada 94,7 hombres), salvo en las zonas extremas, lo que podría deberse a un mayor número de hombres que se encuentran solos por razones laborales.
En cuanto a adscripción religiosa, las personas de más de 15 años que se autocalifican como católicas alcanzan a 8 millones 695 mil, y si se extrapola ese valor a la población total, en el supuesto de que los menores de 15 años son calificados de la misma manera como se calificaron los mayores de esa edad, se concluye que dos tercios de la población serían católicos, cantidad levemente menor que en el censo anterior, pero siempre ampliamente mayoritaria. Los evangélicos alcanzarían al 16,6%, y quienes afirman no profesar "ninguna" religión llegan a 11,5%.
El censo contiene, por cierto, una masa de otras cifras de enorme interés para académicos, políticos y diseñadores de políticas públicas, respecto del número de viviendas, condiciones de vida en ellas, acceso a internet y muchísimas más que sin duda serán escrutadas por los analistas desde las más diversas perspectivas. En todo caso, una vez más Chile ha llevado a cabo este ejercicio decenal con amplitud de interrogantes y seriedad técnica.