Señor Director:
El 26 de marzo asistí al Estadio Nacional a presenciar una vibrante victoria de Chile ante Uruguay. La organización del evento en conjunto con un importante operativo de seguridad garantizaron que más de cincuenta mil hinchas (con gran presencia familiar) asistieran a disfrutar de un partido de fútbol sin otra preocupación que los ataques de la delantera uruguaya.
Lamentablemente cinco días después fuimos testigos del "lado feo" de nuestro fútbol: la
suspensión del partido entre Audax Italiano y Colo Colo, luego de la detonación de una bomba de ruido junto con montones de proyectiles lanzados a la cancha.
Pese a que el actual Gobierno ha realizado importantes esfuerzos para erradicar la violencia de los estadios a través de la iniciativa denominada "Estadio Seguro", el actual modelo facilita la ocurrencia de hechos de violencia debido a que impera en la conciencia colectiva la convicción de que las consecuencias de dichos hechos no acarrearán las responsabilidades que deberían acarrear. Los individuos que actúan violentamente lo hacen convencidos de que sus actos probablemente quedarán impunes. Del mismo modo, los organizadores de los espectáculos no adoptan todas las medidas necesarias para evitar que sigan ocurriendo estos hechos, debido a que -salvo contadas oportunidades en que ha ocurrido lo contrario- no serán sancionados deportiva ni económicamente.
Si los organizadores lucran con el espectáculo deportivo, deben asumir la obligación de garantizar la seguridad del espectáculo que organizan, de los espectadores y de los deportistas, lo que implica adoptar las medidas que sean necesarias a fin de evitar hechos como los que hemos tenido que lamentar durante las últimas décadas. De esta manera, se facilitará la identificación de los responsables y su sanción cuando corresponda, lo que presumiblemente los hará sentirse más vulnerables a ser sorprendidos cometiendo los delitos.
Y si los organizadores, espectadores (e incluso los deportistas) no cumplen con la normativa, debe aplicarse la ley con rigurosidad a través de las sanciones deportivas o económicas que correspondan, sancionando a los clubes cuando corresponda.
Manuel José Prieto