¿Qué significa que Michelle Bachelet haya lanzado su candidatura sin los partidos y en una comuna popular como el Bosque?
Para averiguarlo hay que distinguir entre el contenido explícito de su discurso y la escena que se diseñó para que lo pronunciara. Ambos aspectos no siempre fueron consistentes entre sí.
Desde el punto de vista de su contenido manifiesto o explícito, el discurso acentuó la necesidad de superar la desigualdad y de construir una nueva mayoría política y social para lograrlo.
A pesar de haber gobernado durante dos décadas, la centroizquierda en Chile no ha sido capaz de aminorar la desigualdad más allá de lo que permite el proyecto de modernización capitalista (que acorta la brecha sólo por la vía de mejorar el capital humano). El gran problema de la izquierda (su herida indesmentible) ha sido la incapacidad de sus intelectuales y del conjunto de su élite para elaborar un proyecto distinto a esa modernización. Ha habido molestia y una cierta forma de indignación (que a veces incluso simula ser moral) frente a ese problema; pero una construcción intelectual que permita resolverlo no se avista.
La invitación de Bachelet a construir una nueva mayoría política y social es el reconocimiento de lo anterior. Sin nuevas alianzas (lo cual quiere decir, sin nuevas ideas e intereses), el problema de la desigualdad no podría ser resuelto. La invitación al PC, a ME-O y a las diversas formas de organización social para lograrlo parece obvia.
Pero lo más llamativo del discurso fueron las condiciones de su enunciación: la escena que se montó para pronunciarlo.
Bachelet dijo todo lo anterior frente a pobladores y personas comunes y corrientes, y acompañada de alcaldes cuyo rasgo más notorio es su cercanía con las bases y la resistencia a dejarse cooptar por otros que no sean la gente de a pie.
¿Cuál es el significado de esa escena?
La escena se explica por la convicción de Bachelet que los partidos se habrían alejado de la ciudadanía y de los intereses inmediatos que dicen, no obstante, representar. Los partidos y sus cuadros se habrían poco a poco mimetizado con el proyecto de modernización que hoy día critican hasta volverse incapaces de, por sí mismos, corregirlo. El desprestigio que poseerían entre los ciudadanos estaría así hasta cierto punto justificado. No hay, pues, que darles a ellos la palabra ni concederles primacía alguna. La consecuencia de todo eso, a pesar de no atreverse a pronunciarlo de manera explícita, es que hoy día habría que hacer un llamado como el de Al Gore en la campaña del 2000: ¡La gente contra los poderosos! Este intento se parece bastante -quizá demasiado- al que se llevó a cabo durante los primeros años de su gobierno, cuando esgrimió el ideal de un gobierno ciudadano.
¿Tiene sentido? ¿Tendrá eficacia ese modo de ver las cosas?
Detrás de esos planteamientos que Michelle Bachelet insinuó en el lanzamiento de su candidatura, parece esconderse el anhelo de recuperar una cierta pureza que se habría perdido, la necesidad de conocer lo que la gente quiere, sin ninguna mediación de la técnica o la política.
Hay algo ingenuo en todo eso de parte de Michelle Bachelet (e hipócrita de parte de quienes idearon la estrategia). Se parece a lo que piensan algunos católicos a su manera, quienes creen que en el origen de todos los males está la Iglesia institucional. Esos católicos no advierten que sin el Vaticano (y todos sus tropiezos) el catolicismo simplemente no existiría y que ninguna creencia new age logrará reemplazarlo. Mutatis mutandis (cambiando lo que hay que cambiar), lo mismo le ocurre a este planteamiento de Bachelet: la idea de que tras la cáscara de los partidos están los ideales perdidos. Pero todos saben que nada de eso es así. Eso sólo funcionará como estrategia de seducción igual que las comunidades de base en la Iglesia sirven para entusiasmar a los jóvenes. Pero no servirá -todos lo saben- para gobernar. Al final (después del baño con las comunidades y la ciudadanía), hay obispos y hay partidos.
Lo sabía San Pablo (el organizador de la Iglesia Católica) y lo supo Lenin (el gran organizador del PC): en este mundo, nada se obtiene sin cuadros burocráticos.