Señor Director:

Como jefe de servicio de un hospital público hace 26 años, me declaro profundamente angustiado. Carecemos de elementos esenciales para atender a nuestros pacientes, quienes ahora, ¡con justicia!, reclaman los derechos que el Gobierno les ha reconocido y proclamado a todos los vientos. A ello se ha añadido un factor aún más inquietante, puesto que nuestras carencias de todo orden en los hospitales públicos existen desde que el mundo es mundo. Me refiero a que las clínicas e instituciones privadas de salud están exigiéndoles horarios crecientes a sus médicos o, simplemente, dedicación exclusiva, so pena de expulsión.

Muchos médicos son actualmente empleados de estas instituciones privadas de salud y de las isapres, y estas, al limitar al extremo la posibilidad de que los médicos laboren en los hospitales públicos, demuestran una mezquindad sin límites y una falta de solidaridad social rayana en lo kafkiano puesto que todos los médicos de las clínicas e instituciones privadas, ¡sin excepción!, se formaron "haciendo la mano" (y el diagnóstico) en los pacientes de los hospitales públicos.

En el servicio a mi cargo, esta situación nos está llevando a una muerte anunciada y, al parecer, ¡deseada! por moros y cristianos.

Dr. Raimundo Charlín Edwards
Jefe de Servicio de Oftalmología Hospital del Salvador