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Editorial
Lunes 25 de marzo de 2013
Enfoques Internacionales: Una campaña épica para Capriles
"Venezuela no es tuya, Nicolás". Directo, enfático, casi agresivo es el nuevo tono del discurso de Henrique Capriles. Interpela al "Presidente encargado", Nicolás Maduro...
Poco podía hacer Capriles contra el carisma y el manejo político de Chávez. ¿Podrá esta vez triunfar sobre un candidato que asienta su empeño sobre el mito del difunto líder? La aventura es compleja, y él mismo ha reconocido que se trata de una campaña "épica". Es posible que la oposición haya aprendido de sus errores. La estrategia electoral de octubre fue débil, faltó verdadero liderazgo, hubo divisiones en el seno de la Mesa de Unidad y, sobre todo, el mensaje político careció de contenidos adecuados para capturar a los indecisos, que al final prefirieron la certeza de las dádivas del comandante.
Esta vez, Capriles "va por todo". Sabe que es una oportunidad enfrentarse a Maduro, alguien que no ha tenido nunca que ganar una elección, sin experiencia de calle ni de inmersión popular. Pero le juega en contra la falta de recursos en TV. Apenas tres minutos de avisos pagados desde el 1 de abril es lo que permite la ley electoral. El oficialismo cuenta con noticieros y cadenas nacionales que no han cesado, además de ilimitados recursos estatales. Capriles tendrá que ampliar a pulso su base electoral y debe, además, luchar contra el tiempo. Cuando los venezolanos vayan a votar, todavía estarán frescos el funeral de Chávez y su último mensaje: "Ustedes elijan a Nicolás como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Se los pido de corazón". ¿Será capaz Capriles de torcer la voluntad de Chávez y convencer al electorado de que es mejor hacer un cambio?
El opositor promete luchar contra la corrupción asentada en el aparato estatal, cambiar el país porque "es el momento histórico para hacerlo" y, sobre todo, solucionar los acuciantes problemas de los venezolanos, que, hasta ahora, viven en un mundo de fantasía. La inseguridad ciudadana es la preocupación principal, ya que hay una tasa de homicidios de 45,1 por cada 100 mil habitantes, según el PNUD, la quinta más alta del mundo (que tiene un promedio de 6,9, mientras Chile alcanza los 3,2). Asimismo, la inflación y la pérdida de poder adquisitivo tras la devaluación de febrero, la escasez de productos básicos en los supermercados, los apagones eléctricos y la falta de agua son algunos de los problemas que Capriles ha mencionado como vitales de remediar. Su primera medida -junto con cortar todos los regalos a los "países aliados", como Cuba y Nicaragua- sería aumentar 40% el salario mínimo, pero no está dispuesto a reducir de inmediato los subsidios y beneficios, porque la población no está preparada para eso.
Chávez, "el Dios Padre"
"No es que yo lo quiera imitar; es que lo admiro, lo considero mi padre, mi maestro, mi guía. ¡No soy Chávez, soy su hijo!". Maduro busca transmutarse en el líder muerto para ganar la elección. No solo recoger su legado, sino que además apropiarse de su esencia; por eso se plantea como su hijo, un heredero más allá de la política. La figura de Chávez lo es todo. De allí, también, el afán por convertirlo en ícono religioso, "un Cristo redentor de los pobres", del cual Maduro y su equipo se transforman en "apóstoles" que cuidarán su legado.
En sus discursos -en los que ha mencionado a Chávez más de 3.400 ocasiones desde el funeral- mezcla el fervor casi religioso por su figura y el ataque frontal a los "enemigos de la revolución bolivariana", lo mismo que hacía Chávez. Maduro acusa despiadadamente a la oposición. Ha dicho que ella está conspirando contra él, su equipo y "la Patria", con financiamiento de "golpistas estadounidenses"; que tratan de provocar hechos de violencia; que son "oligarcas" que odian al pueblo y que buscan revertir las políticas sociales.
La estrategia de transfiguración hasta ahora le ha resultado. Encuestas privadas recientes ya lo hicieron subir un par de puntos porcentuales sobre Capriles, respecto de la última que se hizo mientras Chávez vivía, y le dan una ventaja de más de 15 puntos. Sin la capacidad de persuasión de su mentor, Maduro usará cada vez más la figura de Chávez para afianzar la ventaja.
Petróleo para uso clientelista
Estar al mando del Ejecutivo le da a Maduro una ventaja indiscutible. Desde el Palacio de Miraflores puede tomar decisiones que afectan a cada venezolano. Y en la maltrecha economía, esta afirmación es aún más real, como el complicado nuevo sistema de venta de divisas para importaciones, o su reacción a una supuesta "conspiración" opositora que afectaría la distribución alimentaria. Sobre esto último dijo que, alertado por "presidentes amigos", activaría una red que maneja Pdval, filial de la petrolera Pdvsa, que desde 2008 está a cargo de distribuir alimentos, para que estos lleguen a la población a "precios solidarios y justos".
El próximo gobierno deberá enfrentar los cuellos de botella de la economía. Si es Capriles, es factible que haga esfuerzos para ordenar las cuentas públicas, buscar recursos para las indispensables obras de infraestructura y, en especial, invertir en la industria petrolera. A pesar de la retórica, el chavismo descuidó Pdvsa, al exprimir la gallina de los huevos de oro sin realizar las inversiones vitales para seguir operando segura y eficientemente. La profundización de los proyectos con empresas extranjeras que aporten experiencia y recursos, para explorar y explotar el crudo de la Faja del Orinoco, por ejemplo, es una obligación del próximo gobierno. Pero es incierto que Maduro priorice esto por sobre el uso discrecional de las utilidades con fines clientelistas.