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Editorial
Domingo 17 de marzo de 2013
Señales de giro político
La pérdida de poder que representan las primarias para las cúpulas políticas crea cierta resistencia a implementarlas...
La gestión política ha sido un flanco débil del gobierno del Presidente Piñera. Por eso mismo, resalta el acto realizado en La Moneda para celebrar su tercer aniversario. Su prolija producción comunicacional fue acompañada de gestos que proyectan la voluntad del gobernante de dar un giro político a su último año de mandato.
La noche anterior, el Presidente había anunciado el otorgamiento de un bono de marzo a casi dos millones de familias, incluyéndose por primera vez a 300 mil de clase media, y el anticipo del reajuste del salario mínimo, para elevarlo por sobre los 200 mil pesos mensuales.
Tanto en las palabras presidenciales como en el protagonismo dado en la celebración a los precandidatos de la Alianza, Allamand y Golborne, se advierte el compromiso del Mandatario con la proyección política de la coalición. En una Presidencia marcada por un sello muy personal, ese espíritu de equipo es imprescindible para las opciones futuras del sector. Muchas variables de los retos electorales que se avecinan son inaccesibles, como la relativa indiferencia del mundo empresarial o académico ante los debates públicos en curso, o el disfavor de la Alianza en el mundo televisivo. Pero el sentido de responsabilidad colectiva es una base esencial para aspirar a un nuevo mandato, en una elección que, pese a la popularidad de Bachelet, se prevé estrecha y competitiva.
La atmósfera que rodeó el encuentro en La Moneda era de optimismo entre los asistentes, por la certeza de que los buenos resultados de la gestión que encabezan comienzan a converger con los niveles de aprobación del Gobierno. Los bajos índices de apoyo registrados hasta aquí habían afectado el ánimo de algunos, que no disimulaban su frustración ante el escurridizo apoyo ciudadano, pese a los buenos resultados económico-sociales.
El 40% de apoyo que bordea el Gobierno de la Alianza inyectó confianza al Ejecutivo. Sus equipos ya asumieron que el reconocimiento opositor al estilo considerado para con los pasados gobernantes concertacionistas ya no se dio. Con todo, el duro rodaje ha madurado políticamente al sector, y eso se apreció en la celebración de su tercer año de gobierno.
No es descartable que lo anterior haya precipitado la decisión de Michelle Bachelet de renunciar a ONU Mujeres -que se anunciaba para fines de mes- con el objeto de no dejar al Gobierno durante todo marzo con la iniciativa y el protagonismo que está desplegando.
La difícil regulación de las primarias
Entre los factores más importantes del proceso de consolidación política de Chile como República independiente, está la paulatina extensión e institucionalización del derecho a voto, hasta llegar a constituir una democracia en forma. Muchos hitos acotaron la intervención e influencia decisiva de los jefes de Estado en las elecciones, marcaron la inclusión de siempre mayores grupos sociales y de la mujer al sufragio, y fortalecieron la expresión libre y secreta de la voluntad política de cada ciudadano. Eso fue acompañado del desarrollo de un sistema electoral sólido y prestigiado, que tuvo su punto culminante en la introducción de la cédula única en 1958.
Actualmente, el desafío -en especial tras la derogación del voto obligatorio- reside en la participación y vitalidad de nuestra democracia, fuente de legitimidad social de nuestras autoridades. Muchas iniciativas se han discutido al respecto, pero algunas pueden tener efectos adversos en el sistema electoral.
La novedosa introducción de un sistema de primarias con apoyo del Estado, para que los partidos y las coaliciones puedan elegir a sus candidatos, incluyendo a independientes, ha planteado complejidades en su ejecución. Algunas se superarán con la práctica, otras parecen insalvables -como los riesgos que representaban las papeletas diferenciadas para el secreto del voto-, y el Gobierno ha enviado un proyecto de ley que enmienda esa legislación. Con todo, cabe preguntarse si una regulación legal centralizada no corre el riesgo de deslizarse cada vez más hacia una reglamentación de excesivos detalles y situaciones de carácter político-electoral que debieran ser de decisión de los propios partidos.
Debate legislativo, ¿con tácitas resistencias?
La pérdida de poder que representa un sistema de primarias para las cúpulas políticas crea espontáneamente cierta resistencia a su implementación, e imputar su fracaso a la legislación que promueve el Gobierno puede ser una vía para que las dirigencias eludan sus propias responsabilidades.
El apoyo del Estado para que ellas se realicen y sean vinculantes es fundamental. Incluso si finalmente se celebraran pocas primarias a nivel parlamentario, la sola posibilidad de invocarlas de manera creíble, por estar comprometido el aval del Estado, resta espacio a la imposición de candidatos que carezcan de apoyo real entre los respectivos electores, especialmente cuando se hace en desmedro de otros con arraigo popular. Todo esto debiera favorecer y fortalecer la participación de los ciudadanos en el acto electoral definitivo.
La discusión legislativa de los próximos días, en torno al proyecto de perfeccionamiento del sistema electoral y de primarias, dará luces acerca del verdadero espíritu con que los actuales parlamentarios, precandidatos y partidos abordan este instrumento democratizador.