El poder es un atributo inherente a las personas por el solo hecho de ser tales. Y es inseparable de la libertad de cada uno: nadie tiene más poder que cuando ejerce su libertad, es decir, cuando realiza la posibilidad de actuar. Es por este motivo que se debe ser muy cuidadoso con las leyes y regulaciones. Cuando se ponen límites muy estrechos, se está constriñendo la personalidad de los individuos, y se allana el camino a la uniformidad social, que es la expresión primera de una sociedad despotenciada.
Una sociedad así castrada es crecientemente incapaz de actuar. El predominio de lo "políticamente correcto" constituye una despotenciación del pensamiento y de la acción de sus miembros. Pierde el vigor y el nervio para enderezar las vidas de cada uno por el camino que le indican su voluntad, sus aspiraciones y sus responsabilidades. Su falta nos lleva a una situación de inercia y de deriva social, que deja el campo libre a los más audaces, que siempre buscan cómo servirse de los demás para satisfacer sus apetitos y deseos inconfesables.
Postular que se desea entregar poder a las personas constituye un desconocimiento de la esencia de la naturaleza humana. Es un absurdo totalitario, pues requiere de alguien que oficie como "hermano mayor", que se arrogue la representación de todo el cuerpo social, para conferir algo que es propio de cada uno. Constituiría un acto de suplantación y de anulación de las personas. Es algo que por su naturaleza no es otorgable. Insistir en esto abre un camino que lleva a la deshumanización y a la muerte: es en esto donde verdaderamente fracasaron los socialismos. Privilegiar la acción de los grupos intermedios y reafirmar la subsidiariedad del Estado canaliza y cautela el poder de los individuos.
Hay que cuidar el poder de cada uno para mantener el vigor y la riqueza de la sociedad, evitando el exceso de regulaciones y de leyes, incluso aquellas que apuntan a "dar poder" a las personas. Las normas que se inscriben en este sentido debilitan la representatividad de las instituciones y su legitimidad. El voto voluntario liberalizó, pero las primarias obligatorias son un paso atrás, en línea con los feriados y los derechos irrenunciables: cercenamientos a la libertad y al poder de las personas.
El poder es una posibilidad de actuar que fortalece a las personas y da carácter a la sociedad, y la libertad asegura la capacidad de cada uno para aspirar y luchar por su perfeccionamiento. Ambos están indisolublemente unidos.