Este tipo de subgénero del terror, bautizado como "torture porn", requiere de mapa, memoria y solo la especialización del adicto puede superar los cambios de títulos, la producción en serie y la cruda explotación comercial.
No está de más recordar que la prehistoria del horror gore y en cadena se estrenó en Chile con desorden y enredo.
"La colina de los ojos malditos" (1984) era "The hills have eyes, Part II", porque el inicio de la saga de 1977 nunca se exhibió en los cines.
Con "Pesadilla", es decir, la serie "A nightmare on Elm Street", pasó algo diferente, pero la que estrenó como 2 era la 1 y la 1 era la 2.
El otro dato es que las propias series juegan con la trampa, porque "Martes 13. 4ª Parte. El capítulo final" (1984), por cierto, no fue la última ni nada parecido y siempre viene la precuela o el remake en 3D, para estirar la novedad y el negocio.
En este contexto, "Juegos mortales" es la continuación de "Juegos de terror" (2009), ambas dirigidas por Marcus Dunstan, coguionista de la saga "El juego del miedo", más bien de las secuelas IV, V, VI y VII.
Los títulos originales son "The collector" y "The collection", respectivamente, y se repite tanto el criminal enmascarado como el protagonista Arkin (Josh Stewart), que son datos menores, porque da lo mismo ver la primera y no la segunda o viceversa.
En el comienzo y entre los créditos, la televisión da cuenta del espanto que asuela a la ciudad: un asesino despiadado y más de 50 desaparecidos.
En la segunda secuencia, Elena (Emma Fitzpatrcik), hija única de millonario, va con un grupo de amigos a una discoteca secreta rebasada de ruido, bruma y música.
Es un tipo de lugar, como la película, donde las generaciones mayores no tienen cabida y por eso miran de lejos y con miedo lo que ahí puede ocurrir.
El mayor de los peligros es lo que aparece: el temido asesino enmascarado.
Y lo que viene es lo que se espera del subgénero, porque la guarida del criminal es un hotel abandonado, con habitaciones y artilugios de castigo y desgarro, donde los laberintos y trampas son un jardín de torturas.
En "Juegos mortales", su público duro y fiel son los adolescentes recientes, persistentes o tardíos, que no se asustan con nada, porque han sido educados con el gore y los efectos especiales, y van en busca de repulsión, asco y la sensación pornográfica de ver cosas nunca vistas o prohibidas.
Lo que buscan, en definitiva, es el efecto provocador del cine.
A las generaciones viejas no les cabe en la cabeza que les guste este tipo de cine sangriento, horroroso y violento. La conclusión, por tanto, es que la juventud vive perdida y desorientada y en dos palabras: está fregada.
Los jóvenes, por otras razones, creen que los mayores carecen de tolerancia, esperanza y comprensión, por lo que están francamente fregados, para seguir con el término.
Al final de los finales hay que ser ecléctico y ecuánime: todas las generaciones tienen razón.
Está mala la cosa.
"The Collection". EE.UU., 2012. Director: Marcus Dunstan. 82 min. Mayores de 18.