El personaje de Georges (Jean-Louis Trintignant) dice que nada de esto merece ser mostrado.
Se lo comenta a su hija durante una de sus escasas visitas y el viejo habla de la enfermedad de su esposa Anne (Emmanuelle Riva) y lo que hay que hacer por ella: cuidarla, lavarla, vestirla, moverla, limpiarla.
La enfermedad empezó con un olvido, siguió con los ataques, luego una parálisis y la mujer está cada vez más decrépita e inválida.
Michael Haneke, el director de "Amor", va a mostrar lo que generalmente se esconde por vergüenza y pudor, tanto en el cine como en la vida real.
Esta es una historia sin vendas ni anestesia y la cámara mantiene en los primeros planos a la vejez y su estela de quejas, suciedad y oscuridad, porque lo que se pierde en el proceso es lo que tanto se ha protegido en la vida: dignidad.
La película ocupa muy poco tiempo en el pasado de Georges y Anne, pero se sabe que ella fue profesora de música, son personas leídas y cultas, su departamento es elegante, se ven muchos libros y cuadros y ningún televisor. Además, hay algo arrogante en la actitud de la mujer, lo que hace más trágica su enfermedad.
La película describe con detalle el padecimiento de los viejos dentro de ese departamento, donde hasta la felicidad de comer juntos desaparece.
Lo que importa ya no es la vida que tuvieron y por eso las etapas previas se esfuman con un par de pinceladas: un álbum de fotos o un antiguo alumno.
"Amor" no da escape ni respiro, cierra las puertas y tapia las salidas, para que retumbe la vejez no como condición humana, sino como maldición.
Deja en el aire y en el implícito lo que los rodea.
El dinero y lo que cuesta la vejez: Georges, una y otra vez, saca su billetera, porque es la propina para el conserje y su mujer, el salario de las enfermeras u otra propina para los empleados que instalan una cama de enfermo. El gesto y la sangría no tienen fin.
La familia y más bien su hija, que escucha las incoherencias de su madre y lo hace con atención, porque podrían significar algo: una venta y una herencia. Lo de la hija y su esposo no es nítido, porque nadie se atreve a expresarlo, pero quizás prefieren un asilo y luego el olvido.
Así como no hay televisores, tampoco hay crucifijos o imágenes religiosas en las paredes del departamento, porque también esa vía parece cerrada: el tránsito de la carne hacia una existencia eterna y espiritual.
Es verdad que siempre se puede creer que una paloma que casualmente ingresó al departamento es una señal de algo, pero Michael Haneke no es de símbolos y entonces no es más que eso: una paloma.
Al comienzo de "Amor" se escucha un concierto de música y una cámara fija encuadra a los espectadores que se acomodan, se conmueven y aplauden lo que no se ve.
En esta película hay dos viejos sobre el escenario y al comienzo y al final está el título invisible, que lo explica todo: amor.
"Amour". Austria-Francia-Alemania, 2012. Director: Michael Haneke. Con: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert. 127 minutos.