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Editorial
Lunes 25 de febrero de 2013
Marcada brecha social en China
La última vez que el gobierno de China dio a conocer datos de la desigualdad social y económica en ese país fue en 2005. Por eso sorprendió que hace poco entregara una cifra que si bien no convence a muchos analistas, muestra que las autoridades están preocupadas del asunto, pues tienen allí un polvorín que amenaza la estabilidad política e, incluso, la sobrevivencia del Partido Comunista.
Según los datos oficiales para 2012, el coeficiente de Gini -diseñado por el estadístico italiano Corrado Gini (1884-1965) para medir la diferencia de ingresos entre ricos y pobres, de 0 a 1, siendo el cero la total igualdad- había caído a 0,474 (era de 0,477 en 2011 y de 0,491 en 2008).
Por esos mismos días, una investigación independiente de la Universidad de Finanzas y Economía de Chengdu marcó 0,61, lo que dejaría a China como uno de los países más desiguales del mundo. Mediciones anteriores de organismos internacionales la ubicaban en niveles similares a Botsuana, Haití o la República Centroafricana. Para Naciones Unidas, la meta de un país es un coeficiente de 0,4, pues una cifra mayor, según los especialistas, implica un nivel de insatisfacción que puede derivar en explosión social.
No es extraño que en un país de tan rápido crecimiento como lo ha tenido China en este último cuarto de siglo se produzcan disparidades de ingresos tan marcadas, pues es habitual que los frutos del auge sean aprovechados primero por los sectores más educados, ricos o influyentes. En el caso chino, según un reciente estudio de la OCDE, las desigualdades están ligadas a factores geográficos, a un sector informal extenso, a la brecha en educación, y también a las barreras al empleo de grupos específicos, en especial de inmigrantes rurales.
Aún persiste en China el sistema del hukou , un registro de residencia que impide a un campesino que sale de su lugar de origen tener los mismos derechos y acceder a los servicios (salud, vivienda y educación) de un residente urbano. Cuando se traslada a una ciudad, el migrante se transforma en un ciudadano de segunda clase, que apenas logra un empleo informal, con bajo salario y desprotección social.
El plan de Beijing para superar la pobreza
Las señales de tanta disparidad social han preocupado al liderazgo chino hace largo tiempo, pues ya en los años 90 informes especializados alertaron sobre las profundas diferencias entre habitantes de las zonas rurales y de las urbanas. Las medidas adoptadas hasta ahora no han surtido el efecto deseado, y los nuevos jerarcas que tomarán el mando en marzo deberán hacer frente al reto que esas diferencias plantean en una sociedad cada vez más informada y que ha mostrado signos de descontento desconocidos hasta hace poco.
El próximo gobierno chino, encabezado por Xi Jinping, necesitará disminuir la brecha entre ricos y pobres, y así evitar el riesgo de una explosión social, que podría ser causada no solo por la desigualdad, sino también por los escándalos de corrupción que han dejado en evidencia el enriquecimiento ilegal de muchos miembros de la élite comunista.
El nuevo líder ya ha hablado extensamente sobre el combate a la corrupción, y hace unos días se publicó en una página web oficial un plan con 35 medidas destinadas a disminuir la brecha entre pobres y ricos, que se fija por meta terminar con 80 millones de pobres en tres años; subir el salario mínimo para que en 2015 llegue al 40% del promedio del salario urbano, y aumentar el gasto social (que es inferior al de Brasil y Rusia). Para cumplir sus metas, el gobierno propone reformas laborales (que permitirán movilidad a los campesinos) y fiscales, entre ellas elevar los impuestos a los más ricos y a las empresas, reducir la evasión, aumentar las contribuciones de las empresas públicas al Estado y reducir los sueldos de sus ejecutivos.
Este plan, desconocido en sus detalles, será de difícil implementación por la resistencia a perder privilegios del sector estatal (que abarca un amplio espectro de empresas, desde la energía, petróleo y telecomunicaciones, hasta la banca y el transporte) y otros grupos afectados. Conocer el efecto de estas medidas tomará tiempo. Cabe preguntarse si los chinos mantendrán su proverbial paciencia.
Enigmático regreso de Chávez
Con Hugo Chávez de vuelta en Caracas, todas las opciones políticas están abiertas. Bien puede hacer la juramentación del cargo, o renunciar, con lo que se llamaría a elecciones en 30 días, o podría mantener el statu quo , con Nicolás Maduro ejerciendo de Vicepresidente, bajo la supuesta dirección del Presidente.
Su regreso desde Cuba, de madrugada y sin prensa, ha abierto toda clase de especulaciones. Las informaciones son escuetas: se mantiene la insuficiencia respiratoria, una cánula traqueal le impide hablar, pero está consciente y -se dice- con plenas facultades intelectuales.
Es comprensible que la oposición no se conforme con esas explicaciones y exija la juramentación o la renuncia. Las autoridades acusan a los opositores de "gestos inhumanos", "maldades y bajezas".
Entre los analistas venezolanos hay diversas interpretaciones de la vuelta de Chávez. Desde que su salud está tan deteriorada que los cubanos prefirieron darle el alta, hasta que su presencia en Venezuela es indispensable para evitar los efectos sociales adversos de las recientes medidas económicas, como la devaluación, que tendrían un alto costo social y que podrían derivar en descontento popular.
Sin suficiente información, es imposible hacer proyecciones, pero el regreso de Chávez parece marcar el inicio de un proceso que culminaría en nuevas elecciones.