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Editorial
Domingo 17 de febrero de 2013
Debates en la centroderecha
Los gobiernos eficaces no pueden renunciar al mercado para generar la riqueza que beneficia a sus ciudadanos, ni tampoco pueden renunciar al Estado, para asegurar igualdad de oportunidades...
Es probable que la abrupta caída en la popularidad del Presidente Piñera a partir del rescate de los 33 mineros en octubre de 2010 -que arrastró la del Gobierno en su conjunto, pese a que no afectó a buena parte de los ministros-, combinada con las masivas jornadas de protesta social durante 2011, que acentuaron dicha baja en las encuestas, haya abierto el debate en la centroderecha respecto de si su ideario y acción política estaban siendo fielmente representados por la acción del Ejecutivo.
La discusión se intensificó cuando La Moneda anunció una reforma tributaria para financiar su agenda educacional, y se avivó con medidas como la eliminación del descuento del 7% de salud a los jubilados y de la extensión del posnatal a seis meses, entre otras. Durante el segundo semestre de 2012, eso cristalizó en la aparición de varios libros que analizan su actuación y al sector en general, y que han movido a polémica pública en torno a sus diagnósticos no coincidentes y al contenido mismo de esas reflexiones. Importantes personeros gubernamentales -los ministros Larroulet, autor de uno de esos libros, y el ministro Chadwick, entre otros-, así como ambos precandidatos presidenciales del sector, Andrés Allamand y Laurence Golborne, han defendido la actuación del Ejecutivo. En contraste, el senador Novoa (UDI) y el director ejecutivo de Libertad y Desarrollo, Luis Larraín, entre otros, han sido más críticos en sus propios textos.
El punto en mayor controversia -si el Presidente Piñera ha gobernado con las ideas de la centroderecha o con las de la Concertación- ha dominado parte importante de ese debate, y se ha puesto énfasis en el hecho de que el Gobierno ha presentado dos reformas tributarias para aumentar la recaudación.
Rasgos definitorios
Pero tal debate no ha podido establecer de qué manera se habrían abandonado preceptos básicos de un gobierno de centroderecha que sean realmente cruciales para definir ese carácter. Es difícil exhibir un fundamento teórico para un nivel impositivo aceptable para el sector, más allá de la conveniencia política y económica de poner en tabla una reforma tributaria. Lo que sí diferencia a un gobierno de centroderecha de uno de centroizquierda, en cuanto a aumento de impuestos, es el umbral de eficiencia del gasto público y el tipo de necesidades invocado para justificarlo.
El actual gobierno ha enfrentado fenómenos naturales -un devastador terremoto- y sociales -inequidades financieras y reformas educacionales antes largamente postergadas-, que lo llevaron a plantear esas alzas tributarias, pero su último aumento de impuestos, en 2012, lo hizo tras corregir en grado importante gastos prescindibles durante 2011.
También ha estado en discusión la manera como La Moneda enfrentó los problemas de orden público y de seguridad ciudadana, especialmente en La Araucanía. Pero el tratamiento de esos problemas ha sido mucho más coyuntural que ideológico, por lo que no cabe imputar al Ejecutivo una falla programática fundamental.
Al Gobierno le corresponde hacer la síntesis entre las tesis con que ganó la elección y la antítesis de la realidad y las posibilidades con que se encuentra al ejercer sus responsabilidades. Y este debate en la centroderecha es sano: densifica una menor cultura política en el sector y es parte de la experiencia que adquieren sus figuras en la praxis de gobernar, después de liderar la oposición por 20 años. Incluso puede darles más contenido a las inéditas primarias de la Alianza y, a todo evento, es propio de la democracia y los gobiernos de coalición. Baste recordar el prolongado debate entre autocomplacientes y autoflagelantes en los tiempos de la Concertación.
Fidelidad y legado
El ideario de centroderecha, fundado en la autonomía del individuo y la libertad para ejercerla, no excluye el establecimiento de una sociedad cohesionada, que otorgue iguales oportunidades a todos, y que construya instituciones que fortalezcan los lazos de interacción que fomenten la creación de riqueza para provecho común. En el mundo contemporáneo, los gobiernos eficaces no pueden renunciar al mercado para generar la riqueza que beneficia a sus ciudadanos, ni tampoco renunciar al Estado para brindar igualdad de oportunidades, otorgar seguridades a los más vulnerables y concordar en los valores que rijan sus destinos.
Con la perspectiva del tiempo, y sin que sea posible acelerar esa reflexión, es probable que la mayor fidelidad del gobierno de Sebastián Piñera con el ideario de la centroderecha resulte representada por esos miles de jóvenes y mujeres que se han incorporado al mundo del trabajo, pudiendo proyectar su futuro y labrarse un horizonte. Crear esas oportunidades con un manejo dinámico de la economía, favoreciendo el crecimiento económico y el empleo, es una de las acciones más fieles al ideario que encarnó su postulación y contrasta brutalmente con "la multitud de destinos individuales pulverizados por los desmanes del poder político, financiero y económico" que desgarra a las juventudes en otras latitudes del mundo.