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Cartas
Sábado 16 de febrero de 2013
Mall en Valparaíso
Señor Director:
Otro mall en el lugar inadecuado. En el espacio libre que queda frente al mar, en Barón, en nuestro vapuleado Valparaíso.
El alcalde y los concejales elegidos por la ciudadanía para cuidar del bien común de la ciudad, ¿están cuidando de él? El futuro mall , ¿apunta al bien común de Valparaíso? ¿Es bueno para Valparaíso? ¿Cuál podría ser una acción del Municipio buena para la ciudad? Porque está claro que el Municipio no ha resuelto los problemas reales de la ciudad: la miseria, la suciedad, los barrios y edificios abandonados, y los perros vagos, entre otros. Solo la ha maquillado.
Y ahora, donde esperábamos ver -como en las ciudades civilizadas, Nueva York, Barcelona y otras que tienen sus frentes fluviales y marinos abiertos y acogedores a todos- en el espacio que ha quedado descubierto y ofrecido a la ciudad de Valparaíso como un regalo lleno de promesas donde pudieran los porteños jugar a ser felices, se levantará, en cambio, una masa densa y opaca, inadecuada en tamaño y proporciones, que se interpondrá entre los porteños y el mar. Y que en el proceso contribuirá a arruinar los pequeños negocios aledaños que constituyen una tradición en Valparaíso.
En una sociedad dedicada al consumo, un mall sin duda cumple un papel. Facilita y exacerba el consumo. El servicio que este mall intenta prestar podría darse en cualquier otro lugar donde su mole no atentara contra el entorno. Pero aún en una sociedad de consumo, los ciudadanos tienen otros intereses y otros horizontes donde reside lo esencial de su bien común. ¿Está cautelando el municipio de Valparaíso este corazón del bien común de los porteños, por ejemplo, su amor por los horizontes abiertos de su ciudad?
Me rondan las preguntas que todos nos hacemos y que nadie formula: ¿a qué intereses obedece la construcción de un mall ahí?
Estas letras se suman a las protestas múltiples de las que dan cuenta los medios. Sabemos que son vanas. Pero hay que dejar para nuestros descendientes el testimonio de que repudiamos la barbarie disfrazada de oferta ciudadana.
Marta Cruz-Coke de Lagos