"Hay una disonancia entre el Chile real, que podemos constatar en cifras y en datos empíricos, y la noción subjetiva tremendamente pesimista que está transmitiendo la izquierda local". La afirmación es de Jovino Novoa, en un libro aparecido hace algunas semanas, que se ha prestado para variadas polémicas. Me temo que el problema es exactamente el opuesto: lo que hay es una disonancia entre el Chile real, sus creencias, emociones y expectativas, y la visión de Novoa y los sectores de derecha que él representa.
El diagnóstico del país de esa derecha "novoísta" se puede sintetizar como sigue: 1) Chile lo está haciendo estupendo. 2) ¿Prueba de ello?: las cifras económicas. 3) Esto es fruto de las reformas que implantó el "Chicago-gremialismo", y que la Concertación prosiguió. 4) Pero el modelo está siendo socavado por la tesis del malestar, instigada por la izquierda, la cual no tiene fundamento alguno. 5) Este Gobierno, en vez de enfrentar esos cantos de sirena, se ha sumado a ellos, "abrazando las ideas de la Concertación como si fueran propias". 6) La centroderecha también tiene responsabilidad, porque no ha sabido ponerle emoción y épica al modelo, de modo que "este pueda soportar cierta dosis de malestar (...) y los efectos colaterales del mismo (como desigualdad de ingresos e incertidumbres)". Y 7) Hay que reponer el ideario de la derecha: más libertad, más mercado y más democracia.
La derecha "novoísta" da cuenta de un milagro. Con la caída del Muro de Berlín se creía que la izquierda había muerto; pero resulta que ha resucitado e inventado de la nada eso del malestar, el cual le está aguando la fiesta a "el modelo".
¿Cómo lo ha hecho la izquierda para volver a la vida a imponer su visión? A lo mejor es tonto lo que digo, pero no se ve que en Chile ella tenga una poderosa maquinaria económica, ni comunicacional, ni educativa. ¿No será, entonces, que hay un "mercado" que está deseoso de "comprar" su tesis del malestar? Si fuera así, entonces la solución estaría en contener la demanda, no en atacar la oferta -o sea, a la izquierda-. Es curioso, pero en esto la derecha "novoísta" se ha vuelto keynesiana.
Hay otra cuestión que resulta sorprendente: ¿por qué el "novoísmo" rechaza con tanto ahínco el malestar? ¡Pero si Cristo vino a la tierra a producir fastidio, no conformidad ("No he venido a traer paz, sino espada")! El infierno, sospecho, está repleto de satisfechos. Hasta lo dijo Steve Jobs, el Mesías contemporáneo -o si no lo dijo, lo practicaba-: no hay innovación sin rebeldía, y no hay rebeldía sin malestar.
El malestar, en suma, es digno de celebración, no de condena. ¿Por qué en Chile hay menos satisfacción, pese a las cifras económicas? Por esto: porque perdimos el miedo al caos, a la pobreza, a la ignorancia, a la marginalización. Porque somos una población más educada, más próspera, más libre. Por lo mismo, menos resignada y satisfecha. Es por esto, en suma, que las revueltas de hoy son más cercanas al París de mayo del 68 o a la California de 1969 que al Chile de 1983. Son propias de una población que ya no acepta vivir sometida a "Ladrillos" ni "Modelos" que se presentan a sí mismos como leyes físicas o naturales que "caen por su propio peso". Que no acepta seguir a pie juntillas lo que le dicen las élites. Que no acepta las decisiones top-down. Que quiere codiseñar el futuro; que no acepta que alguien (por conspicuo que sea) se los ofrezca hecho.
La derecha "novoísta" no entiende el país que vibra bajo sus pies. Por dos motivos: porque no encaja en una visión del mundo construida solo desde categorías económicas, y porque le tiene un temor reverencial a la incertidumbre; ese combustible invisible que mueve el espíritu humano y los mercados. Es, por lo mismo, un vestigio del pasado, no una guía para el porvenir.