¿Se puede sostener una actuación en unos ojos? Esta película se abre con un ojo afectado por las huellas de una fiera resaca nocturna. Es el piloto Whip Whitaker (Denzel Washington), que despierta en un hotel de Orlando. De la misma cama se levanta la aeromoza Katerina Marquez (Nadine Velázquez), que irá en la tripulación en el vuelo de esa mañana. Para salir de un golpe de la resaca, Whitaker aspira una línea de cocaína, se pone sus imponentes anteojos oscuros y parte energizado a su trabajo. El vuelo es corto, de Orlando a Atlanta, menos de una hora.
Whitaker sube al avión de SouthJet, saluda al copiloto Ken Evans (Brian Geraghty), que lo mira de reojo, y segundos después inicia el despegue en medio de una tormenta con vientos cruzados. Estos son los minutos más pavorosos que se haya filmado en mucho tiempo acerca de un decolaje en malas condiciones; parte de ese terror es, paradójicamente, la ansiedad con que los ojos de Whitaker buscan la salida a cielo limpio.
Esta secuencia podría estudiarse como un modelo de montaje de terror si no viniese otra, unos minutos más tarde, ya cerca del aterrizaje, cuando el avión pierde la navegación horizontal y se precipita en picada sobre un campo de A-tlanta. Las maniobras que dirige Whitaker son tan notables, que logra que el avión planee en los últimos kilómetros hasta posarse, quebrado, en una llanura donde se celebra un bautizo. Los ojos de Whitaker alcanzan a mirar con extrañeza el paisaje que pasa en silencio. El director Robert Zemeckis vuelve a probar su musculatura después de la secuencia de catástrofe en el avión de FedEx en Náufrago.
Todo esto ocurre en los primeros 26 minutos de un metraje de 138; es menos de un quinto de la película. Entre los 102 pasajeros hay muchos heridos y contusos, y sólo seis muertos. Pero estos seis cadáveres configuran la pesadilla que se inicia para el capitán Whitaker. Después de establecer las fallas mecánicas de la nave, la investigación deriva hacia el alcohol y la droga. Ningún otro piloto habría conseguido salvar tantas vidas, pero la condición de Whitaker contraviene la ley.
Como en la mayoría de sus películas, de Volver al futuro a La muerte le sienta bien, de Náufrago a Los fantasmas de Scrooge, el protagonista de El vuelo es un neurótico sometido a un trauma descomunal, que tuerce el rumbo de una vida que no anda bien y que tiene rasgos autodestructivos. Igual que sus antecesores, el capitán Whitaker se rebela contra ese cambio, lo resiste y lo niega. Esa lucha interior es el verdadero centro de esta película y por eso también reposa en una actuación de Denzel Washington que no se resuelve en sus gestos físicos, sino en sus ojos, ojos que van mutando, en forma casi imperceptible, desde la certeza hacia el descalabro.
Zemeckis es uno de los cineastas más apreciables dentro del mainstream estadounidense. Es probable que también sea uno de los más autoexigentes. El piloto es su regreso a la ficción viva después de 12 años de cintas de animación en 3-D. Y es un regreso valiente, extenuante y memorable.
Flight. Dirección: Robert Zemeckis. Con: Denzel Washington, Kelly Reilly, Don Cheadle, John Goodman, Brian Geraghty. 138 minutos.