La actuación de Anthony Hopkins como Alfred Hitchcock no tuvo repercusión alguna en tantos festivales y en tantos premios que se otorgan a lo largo del mundo.
Ni en certámenes poco exigentes y recién llegados y tampoco en asociaciones de críticos generosos, porque el actor inglés no alcanzó ni un galardón y ni una sola nominación.
Incluso más, en los Oscar 2013, la película fue nominada por el maquillaje, porque el gran mérito del personaje está en esos recursos técnicos de polvos y máscaras, con o sin pinceles digitales, pero no en la actuación: el trabajo con la calva, la redondez de la enorme barriga o la doble pera.
"Hitchcock", del director Sacha Gervasi, es una película de asuntos accesorios y secundarios, pero las raíces profundas y complejas de los personajes nunca aparecen.
El director es un glotón adolescente frente al refrigerador, pero jamás un sibarita adulto y opulento, porque en la película es más relevante la obesidad que el genio.
Es un fisgón detrás de las cortinas, pero no un obseso temeroso, porque no hay ni religión ni culpa.
Y es un autor pendiente de los guiones que le llegan, pero no de las imágenes que tiene en su cabeza.
Con ideas así de descaminadas, "Hitchcock", tanto la película como el personaje, carecen de relato y contenido y por eso es una historia enclenque y lánguida.
Lo que abunda son fechas, nombres y trivia, como si los capítulos de una biografía fueran los de un almanaque.
El director y su esposa Alma Reville (Helen Mirren) viven en Estados Unidos, donde ya tiene la marca de mago del suspenso y es el anfitrión de una serie de televisión de 30 minutos. En paralelo, acaba de estrenar con éxito "Intriga internacional", cumplió 60 años, está a la espera de un próximo proyecto y se siente amenazado por un trío de directores europeos, fotografiados en un diario: Jules Dassin, Claude Chabrol y Henri-Georges Clouzot.
Lo que viene es la filmación de "Psicosis" y una cierta crisis de pareja con su mujer Alma, que en la vida real fue asistente y guionista en varias de sus películas: "Sospecha" (1941) y "La sombra de una duda" (1943), entre otras.
La película se contenta con reproducir lo que está en más de un documental sobre el making of de "Psicosis": la escena de la ducha y la partitura de Bernard Herrmann o la disputa con los censores que objetaban esos desnudos fantasmales.
Lo hace de manera rutinaria y burócrata, porque lo que abunda es la información trivial: los tics del actor Anthony Perkins, la disputa de Hitchcock con la actriz Vera Miles y ese comidillo de pasillo, esa farándula de famosos y ese cúmulo de datos irrelevantes.
No es malo recordar que en 1998, el director Gus Van Sant realizó un remake de "Psicosis" y el ejercicio fue un despropósito y un fracaso.
Lo mismo ocurre con esta biografía pasajera, intrascendente e inútil.
"Hitchcock". EE.UU., 2012. Director: Sacha Gervasi. Con: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson. 98 minutos. TE.