Tarantino de duelo
"Django sin cadenas" es un spaghetti western por los créditos y el uso tan violento del zoom o por los roqueríos secos que remiten al paisaje español de Almería, donde se filmó el western europeo tramposo y bastardo.
La película reproduce un género menor, cuyo gran tótem es Sergio Leone, pero la masa era propiedad de mercachifles y feriantes y más de un director italiano se calzó un nombre inglés, para entrar de mejor forma al mercado internacional.
Quentin Tarantino está en su reino, porque el director recoció el cine de género -artes marciales, el policial o las películas bélicas- y con ese hervor modificó, alteró y deformó los códigos.
El director, con la capacidad de observación del cinéfilo obsesivo, detectó lugares comunes, tiros de cámara, la manera de filmar y la tipología de los personajes, y con esa fórmula sus películas sublimaron el cine industrial barato y mediocre.
Rescató la intertextualidad -influencias, gestos, homenajes, repeticiones- y convirtió la chatarra del género en algo distinto y eso le significó la gratitud de millones de espectadores educados en el cine y graduados en la cultura popular.
Lo visto y aprendido durante años, tanta basura, trivia y desecho, podía reciclarse y releerse sin prejuicios, gracias al talento de Tarantino y por eso su categoría es similar a la de una estrella del cine.
"Django sin cadenas" propone el mismo proceso de transformación, sin embargo, algo se quiebra y perturba en el tránsito.
Ninguna secuencia tiene el suspenso y la tensión dramática del comienzo de "Bastardos sin gloria" (2009), donde los parlamentos de Cristoph Waltz, como el coronel nazi, reverberaban maldad e inteligencia. Ahora, con el personaje del doctor Schultz, un cazarrecompensas, lo del actor austríaco es una sobreactuación sin exigencias.
No existe duelo alguno que se compare con los de "Kill Bill" (2003 y 2004) y una intriga tan compleja e intensa como la de "Jackie Brown" (1997) que solo fue para "Jackie Brown".
La película está en el laboratorio de Tarantino, pero "Django sin cadenas" no logra convertirse en algo distinto y no es un spaghetti western enriquecido, creativo y reinventado con otra sensibilidad.
Es una película cara que no se fija en gastos, cuyos grandes recursos son la sobrecarga y la hiperactuación, tan extremas y excesivas, que algunas secuencias son las de un sitcom testicular, sangriento y racista.
Es una película menos interesada en las imágenes y demasiado subyugada por un ejercicio histriónico ampliado, circense y chistoso, que incluye a Tarantino, luchadores, sirvientes, comediantes, esclavos y amigos.
En ese momento aparece la verdadera intertextualidad de "Django sin cadenas", porque antes que el cine de género y los spaghetti western, su conexión más genuina y profunda es con un par de títulos hipotéticos que sirven de ejemplos: "Eglantina Morrison viaja al Oeste" o "El Profesor Rossa contra Jesse James".
"Django unchained". EE.UU., 2012. Director: Quentin Tarantino. Con: Jamie Foxx, Christoph Waltz. Mayores de 18.