Dos formas de circularidad estructuran esta película. Una es narrativa: comienza con un incidente que ocurre cerca del final. La segunda es estructural y se refiere a dos personajes que viven en polos opuestos, con condiciones y valores que no se cruzan aunque pueden complementarse, una especie de yin y yang, taoísmo a la francesa. Estas estructuras circulares siempre son un poco sospechosas, porque pueden exigir cierto artificio para que las cosas calcen, como es en este caso la situación de los polos opuestos.
Los personajes son Philippe Pozzo di Borgo (François Cluzet), francés, millonario, aristócrata, viudo, sofisticado y parapléjico, con un ejército de sirvientes que lo ayuda a sobrellevar su estado inmóvil e insensible; y Abdel Sellou, alias Driss (Omar Sy), senegalés, inmigrante, delincuente, inculto, ordinario y atlético, con un reguero de hermanos y medios hermanos hundidos en los guetos de París.
Driss llega a la mansión de Philippe no para conseguir empleo, sino para ser rechazado y seguir pechando de los subsidios estatales. Inesperadamente, Philippe, que solidariza con las ganas de Driss de "almorzarse" a su secretaria Magalie (Audrey Fleurot), lo contrata por un mes para ser su asistente personal. Entonces comienza el juego de contrastes y contradicciones que los llevarán a convertirse en los mejores amigos de la Unión Europea.
Pero lo que en realidad comienza en esta película es una impresionante acumulación de lugares comunes acerca de cómo debe ser un rico parapléjico y cómo debe ser un negro pobre en París, qué cosas les gustan, con qué simpatizan y en qué puntos se encuentran. Es un despliegue de caricatura tan inmenso, que resulta impactante que no haya sido denunciado como un ejercicio de racismo y clasismo estridente y, bien por el contrario, se haya convertido en uno de los mayores éxitos de la historia del cine francés, incluso por sobre la muy discutible Amélie, que al lado de esta luce como una obra maestra.
Amigos es basura pura y dura, y no habrá César ni Oscar que la releve de esa condición. Como la esperanza es lo último que se pierde, quizás sea bueno recordar que a fines de los 50 el cine francés atravesaba por una crisis similar, con el gran éxito de una película parecida, La Puerta de las Lilas, y después de topar fondo, un par de años más tarde vinieron al rescate Los 400 golpes, Sin aliento y la inmensa marea de la Nueva Ola. Siempre es posible que haya un nuevo Truffaut y un nuevo Godard.
Ahora, los señores Nakache y Toledano, que nunca han filmado nada por sí solos, pueden haberle dado con el palo al águila en la taquilla parisina, pero nunca sabremos si eso ha sido por la astucia de alguno de ellos o por el estado en que Sarkozy dejó a la cultura francesa.
Intouchables
Dirección: Olivier Nakache y Eric Toledano. Con: François Cluzet, Omar Sy, Anne Le Ny, Audrey Fleurot, Clotilde Mollet. 112 minutos.