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Editorial
Miércoles 19 de diciembre de 2012
Para definir la línea de pobreza
La canasta básica, así como el multiplicador utilizado -en este caso, dos-, corresponden a convenciones aceptadas, pero no necesariamente son las que el país desearía tener como definición de pobreza en este momento. Subir o bajar la línea de pobreza implica aumentar o disminuir el "número de pobres", lo que resulta desorientador, pues se estará utilizando una nueva vara de medición. Por eso, es de gran importancia preservar la vara antigua en conjunto con la nueva que se desarrolle, de modo de poder mantener la construcción de la serie histórica, con todo el valor que eso conlleva, y, paralelamente, construir una serie que refleje la cantidad de pobres que la nueva línea de pobreza establezca, como la nueva meta a derrotar...
El Presidente de la República ha convocado a una Comisión Asesora Presidencial de Expertos para la Pobreza, cuyo objetivo es determinar una nueva línea de pobreza para el país. Aunque el Mandatario puso énfasis en que su meta es "derrotar la pobreza y no contabilizarla", parece necesario convenir una línea de pobreza que refleje de mejor forma lo que ese vocablo pretende describir, de modo que su derrota muestre de manera adecuada que la meta ha sido efectivamente lograda, minimizando así el espacio de discusión que estos temas -como se ha visto- naturalmente despiertan.
La medición de la pobreza en el país ha sido sostenida de manera sistemática por más de cuatro décadas, y la definición que ella considera -el doble del costo mensual de una canasta básica de alimentos por persona, cuyo contenido calórico y proteico permite satisfacer un nivel mínimo de requerimientos nutricionales que refleja los hábitos de consumo prevalecientes- posibilita establecer que las personas cuyos ingresos son inferiores a eso son consideradas pobres.
La canasta básica, así como el multiplicador utilizado -en este caso, dos-, corresponden a convenciones aceptadas, pero no necesariamente son las que el país desearía tener como definición de pobreza en este momento. Subir o bajar la línea de pobreza implica aumentar o disminuir el "número de pobres", lo que resulta desorientador, pues se estará utilizando una nueva vara de medición. Por eso, es de gran importancia preservar la vara antigua en conjunto con la nueva que se desarrolle, de modo de poder mantener la construcción de la serie histórica, con todo el valor que eso conlleva, y, paralelamente, construir una serie que refleje la cantidad de pobres que la nueva línea de pobreza establezca, como la nueva meta a derrotar.
Este esfuerzo se inscribe dentro del proyecto de reestructurar el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), para transformarlo en un órgano autónomo del Estado que dé garantías a todos, y que será el encargado de efectuar las mediciones del número de pobres a partir de la metodología para definir la línea de pobreza que se proponga. Del mismo modo, la comisión convocada por el Presidente, formada por un número limitado de personas, todas estrechamente vinculadas a este tema, de probada sensibilidad por el mismo y con gran capacidad académica para abordar el problema, también da garantías de que su labor se hará con altura de miras y sin una agenda política tras su actuación. Los nombres son decidores: el presidente de la Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza, Rodrigo Jordán; Benito Baranda, presidente de América Solidaria; Susana Tonda, directora ejecutiva del Hogar de Cristo; Cristián del Campo, capellán de "Un techo para Chile"; Osvaldo Larrañaga, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo; Jorge Rodríguez, economista de Cieplan; Claudio Sapelli, del Departamento de Economía de la Universidad Católica; Luis Larraín, director del Instituto Libertad y Desarrollo; Andrea Repetto, economista de la Universidad Adolfo Ibáñez, y Soledad Arellano, subsecretaria de Evaluación Social.
Esta iniciativa constituye un importante ejercicio que interesa a todo el país por igual, impulsado desde el Ejecutivo, para tener los mejores instrumentos de medición de pobreza posibles, que permitan posteriormente aplicar las políticas públicas necesarias para derrotarla.
En temas de alta sensibilidad política, como naturalmente lo es éste, un esfuerzo trasversal, que utilice los conocimientos técnicos combinados con una importante dosis de sensibilidad social, parece ser un camino más adecuado para abordarlos que las habituales consignas o las indignadas protestas.