Leo una noticia penosa: "El Teatro Real de España ha cancelado las tres representaciones de 'La flauta mágica', de Mozart, que tenía previstas para el año que viene con la Filarmónica de Berlín, al no poder hacer frente a los costes tras los recortes en las aportaciones públicas".
Sí, es penosa, y refleja la dramática realidad económica que se está viviendo en España en todos los ámbitos. Los responsables del teatro se quejan de que su presupuesto 2013 disminuyó 33%, de que la gente no compra entradas porque el alza del IVA llevó los precios a un nivel difícil de costear para muchos madrileños que han visto reducidos sus sueldos por los ajustes fiscales y privados.
La cultura parece siempre vulnerable a los ahorros públicos, y tanto más en momentos de crisis, cuando los empresarios tampoco están en buen pie para financiarla. Durante años, los bancos y las cajas, muchas de ellas ahora en bancarrota, aportaban como parte de sus obligaciones sociales. Los españoles se habían acostumbrado a vivir muy bien, y la cultura es parte de ese bienestar.
En tiempos duros deben conformarse con actividades de menor costo, como exhibiciones de arte, por ejemplo. Me tocó ver hace unos días en Madrid que El Prado estaba repleto, y no sólo de turistas. También hice una enorme fila en la boletería del Thyssen-Bornemisza para ver la magnífica muestra de pintura "Gauguin y el viaje a lo exótico". La entrada cuesta diez euros, algo accesible todavía para un bolsillo de la clase media en crisis. Y más que aceptable por la calidad de la exposición, un zoom a su obra en Tahiti, en diálogo con las de otros artistas de su tiempo, como el expresionista Ernst Ludwig Kirchner, o los postimpresionistas Henri Rousseau y Matisse, y su influencia en el fauvismo.
Con Gauguin, el mundo se llena de colores, y se olvidan las circunstancias económicas. Por supuesto, sé que no a todos les ocurre lo mismo. Los millones de desempleados, los miles que pierden sus viviendas por no pagar la hipoteca y, por cierto, quienes deben vivir de la beneficencia no están en ánimo de ver obras de arte. Ellos fueron los que salieron masivamente a la calle hace 12 días para expresar su descontento con las duras pero necesarias medidas que implementó el gobierno de Mariano Rajoy para reducir el enorme déficit fiscal. A nadie le gustan, pero no hay alternativa.
Los españoles saben que deben apretarse el cinturón. Todos, incluidos los catalanes que han levantado las banderas independentistas. Y Rajoy -que no quiere acudir al rescate europeo, después de recibir cien mil millones de euros para sanear el sistema financiero- toma las decisiones sin medir el costo de su popularidad.
Ahora, cómo saldrá Europa de la crisis es harina de otro costal. Quizás la devaluación del euro, como lo plantea el profesor de Harvard Martin Feldstein, sea una opción posible.