Maciza y variada es este año la presencia de Chile en México. No me refiero sólo a recientes visitas presidenciales: la de Sebastián Piñera a la Cumbre del G20; la de Felipe Calderón Hinojosa a la de la Alianza del Pacífico, celebrada en Paranal, y la de Estado que tuvo lugar en Santiago; o a la del Mandatario electo, Enrique Peña Nieto, que hace poco ratificó el gran nivel de nuestras relaciones bilaterales y permite avizorar su intensificación. No me refiero tampoco sólo a la intensa agenda regional que lleva con frecuencia al canciller Alfredo Moreno a la capital mexicana, ni al aumento del interés de empresas chilenas en México. No se trata "sólo" de eso. Me refiero también a la proyección de nuestra cultura en el gran vecino latinoamericano del norte.
Chile es este año el país invitado de honor a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. A la muestra, la segunda mayor de su género en el mundo, asistirá una delegación nacional de cerca de cien escritores, a la que se suma también una re- presentación musical, cinematográfica y de artes plásticas. Chile ya fue el invitado de honor de la FIL en 1999. La diferencia de envergadura es considerable: entonces viajaron alrededor de 16 escritores. La delegación actual, que arribará en noviembre a Guadalajara, es la más amplia que haya enviado Chile en su historia al extranjero, y brinda una inmejorable oportunidad para que los autores proyecten su obra en México y el ámbito editorial mundial, y establezcan nexos con el rico mundo cultural de esa nación.
Pero en estos días se celebra otro gran evento cultural que también escogió a Chile como invitado de honor: la XIV Feria Internacional de Tamaulipas, que se inició la semana pasada con extraordinaria asistencia de público en ese estado del noreste mexicano que colinda con Estados Unidos y se ve hostigado por el crimen organizado. Su lema: "La cultura nos une". Entre los artistas chilenos figuran Los Bunkers, Los Jaivas, Cuarteto Latinoamericano y Manka-Saya, los pintores Víctor Hugo Núñez y María Ignacia Edwards, y filmes de los directores Jorge López Sotomayor, Silvio Caiozzi, Marcelo Ferrari y Alberto Fuguet. Incluye asimismo el espectáculo musical y audiovisual "Piececitos en concierto", del Jaime Lanfranco Trío, basado en poemas de Gabriela Mistral. Creo que los niños mexicanos recitan más a Gabriela que los chilenos, y allá hay más escuelas con su nombre que en nuestro país. Sólo en Tamaulipas cuatro llevan el nombre de la Nobel de Literatura.
Acabo de asistir a la inauguración del festival, en el gigantesco centro cultural de la ciudad de Reynosa, acompañando al gobernador de Tamaulipas, Egidio Torre Cantú, para quien "nunca debe faltar presupuesto para la cultura". La particularidad de esta fiesta popular es que convoca a artistas tamaulipecos, a mexicanos de otros estados y a extranjeros, y tiene lugar en varias ciudades. El 90% de las actividades es gratuito y la gente las desborda. Para las autoridades, la cultura también es importante para derrotar la delincuencia, pues promueve el reencuentro y diálogo ciudadano, educa, crea espacios democráticos y reconquista los espacios públicos. Rusia, Canadá, Togo, Israel, España, Colombia y Cuba también asisten este año. Chile no podía faltar en esta noble causa de los industriosos tamaulipecos, y por eso aceptamos honrados la invitación del gobernador. Me impactó la sed por la cultura, la asistencia multitudinaria a los espectáculos, de música popular o ballet clásico, para niños o adultos, en teatros o la calle. Me emocionó también sentir el cariño y la admiración con que México recibe a los chilenos.
Al regresar a Ciudad de México, tuve otra emotiva experiencia en el aeropuerto de Reynosa: una pequeña orquesta y coro de niños no videntes, "Miradas de esperanza", me aguardaba allí, entonando el Himno a la Alegría, para despedir al embajador de Chile. ¿Qué duda cabe? La cultura nos une y es capaz de nutrir la esperanza, derrotar la violencia y reinstaurar la paz.