Los italianos están hartos de sus políticos. Se nota en cualquier conversación, en Roma o en Nápoles. Demasiados escándalos los llevaron al límite de la tolerancia.
No se trata ya de las fiestas "bunga bunga" del ex Premier Silvio Berlusconi. Son casos nuevos de corrupción. Platas de partido desviadas a cuentas personales o gastos excesivos en los gobiernos comunales. Todos alegan inocencia, pero una vez más la imagen de los políticos queda maltrecha.
Mientras Italia crecía, nadie se quejaba demasiado. Hoy no están dispuestos a perdonar sus excesos. Por eso se entiende la furia que causaron unas fotos en las que aparecen conocidos políticos con togas romanas, tomando vino y comiendo uvas, al más puro estilo imperial, celebrando una victoria electoral.
"La fiesta terminó", me dice un amigo arquitecto. "Mientras todos nos apretamos el cinturón, ellos se dan la gran vida; no es justo ni gracioso". Y tiene razón. La economía italiana no despega. El crecimiento es esquivo, las proyecciones del PIB para este año bajaron de -1,2% a -2,4%, el desempleo sigue subiendo, jóvenes sin trabajo vuelven a la casa de la mamma , las perspectivas se ven sombrías. El Premier, Mario Monti, ha cumplido las expectativas hasta cierto punto. Casi todos están conformes con su gobierno de técnicos honestos. Pero se quejan de que no dan con la receta para crecer, lo único que los salvará de una larga recesión. Si Monti cumple su promesa de no postular en 2013, no ven quién podrá mantener el rumbo.
En una entrevista que da crédito a los rumores de que volvería a la política, Berlusconi asegura que él hubiera hecho las cosas distintas y dispara firme contra Monti. Su discurso, creo, echa más leña a la hoguera en la que los italianos quieren quemar a la "casta política".
En este ambiente, surgen movimientos ciudadanos y proyectos para la era "post Monti". Uno de éstos, al que yo prestaría atención, es "Fermare il declino", o sea, "Parar la decadencia", que apunta al fracaso de la actual clase política. Sus propuestas van desde generar un recambio generacional, reducir la deuda pública y eliminar conflictos de intereses entre gobierno y empresarios, hasta liberalizar sectores protegidos, flexibilizar el mercado laboral, reducir subsidios, mejorar la justicia y la educación.
"Éste será un verdadero movimiento ciudadano", me lanza exultante otro amigo, un analista político. "Va a prender, porque hay personas de calidad que quieren hacer las cosas bien".
Suena prometedor. Mi impresión es que si logran su meta del 20% de votos en las próximas elecciones, sería un gran éxito y, quizás, desde ahí, tengan oportunidad de marcar un rumbo para el futuro. Pero, claro, con los ita- lianos nunca se sabe.