Roberto Román (Cristián Carvajal) es un neuropsicólogo que regresa a Chile después de investigar en centros exteriores los fenómenos de la memoria y la creatividad. Lo que ha descubierto es que los recuerdos se desplazan en el cerebro una vez que se hacen conscientes y, por lo tanto, que la reconstrucción del pasado de una persona por sí misma no es más que un acto de creación ficticia.
Ahora Román se enfrenta a sus propios hallazgos pasados, aunque sus problemas son algo más pueriles: ingresar a la planta de una universidad estatal, publicar un paper, reencontrarse con una ex novia, lidiar con los celos académicos. Y, por sobre todo, estar confundido entre su pasado y su futuro.
El circuito de Román, la primera película del periodista Sebastián Brahm, tuvo un rumoroso paso por el Festival de Valdivia del 2011, donde ganó el premio especial del jurado, y ha generado una cadena de seguidores en el ambiente de los realizadores jóvenes. ¿Por qué consignar estos datos? Porque la apreciación de El circuito de Román puede diferir radicalmente según la perspectiva con que se la mire.
La película trabaja en el territorio de la memoria, un tipo de especulación que fascinó tanto a Alain Resnais como a Eliseo Subiela, para mencionar al peldaño más alto y al más bajo de esa línea temática. Román ha funcionado en el mundo de la superinteligencia; esto es, las disciplinas que investigan la inteligencia misma.
Pero los espectadores debemos conformarnos con un personaje que, según se dice, ha sido muy inteligente, aunque la evidencia muestra que ya no lo es tanto. ¿Es posible dejar de ser inteligente? Las vacilaciones de Román sugieren que, más que perder sus virtudes, el protagonista nunca las tuvo. Los esfuerzos fílmicos por reproducir esa crisis -largos planos semi vacíos, secuencias repetidas, idas y regresos- tienden a confirmar esta posibilidad; o, dicho de otro modo, reflejan una lucidez muy por debajo del nivel de los problemas con que lidia.
La apuesta de El circuito de Román es introspectiva, reclusoria. Está plagada de primeros planos y a menudo se requiere buena voluntad para interpretar la necesidad de esa manera de filmar, sin que la explicación sea la obviedad de lo privado. En cambio, está muy poco plagada de belleza fílmica, de imágenes perdurables, de resonancia visual.
¿Habrá que repetirlo otra vez? El cine no es cosa de guiones reforzados ni de ideas verbales. El cine no está en la esfera de la inteligencia declamada. El cine es imagen y, en su expresión más excelsa, imágenes poderosas. El circuito de Román está más en lo primero que en lo último, pero no carece totalmente de interés. Merece una buena mirada y quizás las siguientes películas de Brahm la merezcan más.
El circuito de Román
Dirección: Sebastián Brahm. Con: Cristián Carvajal, Paola Giannini, Alexis Moreno, Pablo Krogh, Schlomit Baytelman. 97 minutos.