Ahora que se cumplen tres años de la quiebra de Lehman Brothers, que transformó la crisis subprime en la peor crisis financiera en 80 años, la economía internacional entra en otra etapa muy difícil: las perspectivas de crecimiento de los países avanzados se deterioran; la crisis de deuda soberana de la Zona Euro se agudiza -con Grecia al borde del default y golpeando con fuerza a Italia, el país con mayor stock de deuda pública de la zona- y, como resultado, el sistema financiero europeo se debilita .
Qué nos llevó donde estamos
Por una parte, la difícil negociación para elevar el límite de endeudamiento del gobierno federal en EE.UU. y la consecuente baja en la clasificación de la deuda pública por parte de S& P mermaron aún más la credibilidad sobre la capacidad del sistema político de abordar los problemas económicos y financieros, aumentando la incertidumbre.
Por otra parte, en la Zona Euro la situación no mejora. Grecia sigue siendo el país más complicado por lo abultado de su deuda y por la magnitud del ajuste que tiene que llevar a cabo; de hecho, a juzgar por los spreads de sus bonos, los mercados le asignan una alta probabilidad de que necesitará una reestructuración de su deuda con un importante descuento.
Además, los mercados de deuda soberana de Italia y España han sido golpeados por las noticias de las dificultades de Grecia en la implementación de los ajustes y reformas acordados en los programas de rescate, por la incapacidad del gobierno italiano de articular un programa de ajuste creíble y capaz de reducir su déficit y, al mismo tiempo, crear las condiciones para estimular el crecimiento, y las dificultades de los miembros de la Zona Euro en la implementación del programa de apoyo para Grecia, Portugal e Irlanda, aprobado el 21 de julio.
Todo lo anterior deteriora la confianza de los mercados en la capacidad de los líderes europeos de controlar la crisis.
A lo anterior se suma un deterioro en las perspectivas de crecimiento de los países avanzados como resultado de los efectos de una serie de shocks ocurridos en el transcurso del año: terremoto en Japón, crisis de Medio Oriente y África del Norte, el débil crecimiento de EE.UU. y de la Zona Euro en la primera mitad de este año, y los ya mencionados problemas de deuda y credibilidad en EE.UU. y en la Zona Euro.
Como resultado, ahora se proyecta un crecimiento más débil en EE.UU. y aumenta la probabilidad de que varios países de la Zona Euro vuelvan a caer en recesión. Si bien una desaceleración en los países desarrollados no es una buena noticia, una crisis de deuda en Europa es un escenario mucho más complicado. En particular, sus efectos en el sector financiero y en el crecimiento global serían importantes.
En contraste, los países emergentes y en desarrollo, que representan un 48% del PIB mundial, han estado abocados en los últimos meses a moderar un acelerado crecimiento que ponía en riesgo su estabilidad de precios, justo en momentos en que los precios de los productos primarios estaban en alza.
Este ajuste en las políticas internas, la desaceleración del crecimiento de los países avanzados y la caída de los precios de los commodities están contribuyendo a lograr la desaceleración del crecimiento y reducir las presiones inflacionarias que buscaban sus autoridades.
¿Hay algo que hacer en Europa?
Para detener la crisis de deuda soberana de Europa se requieren ahora acciones mucho más decididas. Esto incluye llevar a cabo los ajustes necesarios en los países afectados para retomar el crecimiento y fortalecer la solvencia fiscal y el apoyo decidido de las instituciones y gobiernos de la Zona Euro que tienen la capacidad para hacerlo.
Por su parte, las instituciones de la Zona Euro tienen espacio para iniciativas estabilizadoras, las cuales incluyen aceleración en la aprobación del aumento y la mayor flexibilidad del fondo de rescate aprobado el 21 de julio pasado y una política monetaria mucho más expansiva del Banco Central Europeo -la única institución con la capacidad para emitir euros y para reaccionar en forma rápida- a través de una baja en la tasa de interés y un programa de relajo cuantitativo que permite a los países miembros que están cumpliendo con sus programas de ajustes y que tienen una alta probabilidad de mantener su solvencia.
Esta política se requiere tanto para contrarrestar los efectos de los ajustes fiscales como para estabilizar los mercados de deuda soberana.
Pero esto no es todo. Los líderes políticos de Alemania tienen que convencer a su población de que aumentar el fondo de rescate incluso más allá de los 440.000 millones de euros acordado el 21 de julio para apoyar a los países y a los sistemas financieros puede ser una muy buena inversión para evitar tanto la desintegración del euro como una gran recesión en la Zona Euro, la cual tendría también costos económicos altísimos para Alemania.
Se ha acabado el tiempo para soluciones parche, ahora llegó la hora de las grandes decisiones y asumir los costos de corto plazo para resolver esta crisis de una vez por todas.