Los lectores de Vendo casa en el barrio alto, la celebrada novela de Elizabeth Subercaseaux con el corredor de propiedades Alberto Larraín como protagonista, pueden sentirse algo desconcertados al comienzo de Compro Lago Caburga, segunda parte de esta suculenta serie. Es bastante más reflexiva que la narración anterior, y si bien la capacidad de la autora para ser amena permanece intacta, el cuadro social que pinta conforma un espectro psicológico rico, matizado, de tal forma que la sátira hilarante da paso a la ironía urbana y la comedia burlesca pasa a ser comedia de maneras. Así, en lugar de reír, sonreímos y en lugar de indignarnos, simpatizamos con las extravagantes aventuras de quienes entran y salen de Compro…
Subercaseaux es una escritora intensamente política y lo que le interesa, en verdad le fascina, es la derecha chilena. La ha investigado tanto que se diría que ya no va a ser capaz de sacar nada fresco de ella. Sin embargo, sorprende cada vez que publica un volumen en que la vivisecciona o compone historias en torno a ese segmento de nuestra sociedad. En el trasfondo de su inquietud, subyace una honda preocupación por el sistema de clases, por los prejuicios, por la desigualdad que impera en el país. No es que su aguda pluma deje de castigar a otros sectores, en concreto los nuevos ricos de la Concertación o los oportunistas que han medrado en gobiernos recientes. Pero es indudable que su atención se centra en los viejos clanes que han detentado el poder por generaciones. Y he aquí que a pesar del tono programático que podrían tener estos relatos, al final de ellos sentimos simpatía, incluso cariño por gente humana, demasiado humana y que sufre tantas tribulaciones como el común de los mortales.
En Compro…, Alberto se siente devastado tras el abandono de la Pila, su mujer, quien convive con Gonzalo Carrera, un narrador desconocido. Ni sus hijas ni su madre le dan apoyo, pues comprenden lo aburrida que debe ser una persona que piensa todo el día en negocios. El Pito Balmaceda, amigo de la infancia, acude en su auxilio proponiéndole una audaz operación inmobiliaria: construir un resort turístico para multimillonarios en un paraje incontaminado. Las transacciones van y vienen, encabezadas por Míster Chang, genio de las finanzas. El Pito, mientras tanto, alberga otros planes que dejan pasmado a Alberto: será candidato a senador por Santiago poniente en las próximas elecciones parlamentarias con una plataforma liberal y renovada. Para ello cuenta con la imprescindible Maca Huidobro en Las Condes, aunque su base está en Lo Prado, donde instala oficina en la peluquería del Rucio Mariposa, un gay que aportará diversidad a la discusión valórica. El tema homosexual cruza transversalmente a los partícipes en la contienda y, en definitiva, subraya las actitudes de cada uno de los personajes. Un variopinto grupo llega a esa comuna empobrecida: la Jackie, esposa del Pito, el flaite Washington Farías y varios más, todos dirigidos por el Juaco Aldunate, inefable gurú que define las estrategias a seguir en los sufragios populares. El enemigo principal del Pito no está en las huestes adversarias, representadas por el magnate socialista Mauro Fabrizzi, sino en el seno de su propio partido. Estanislao Amunátegui, ultraconservador, católico acérrimo, reacciona horrorizado frente al giro inmoral que está tomando el debate y aun cuando es un tipo decente colabora para arruinar al Pito.
La descabellada empresa turística ocupa un segundo plano ante el lúgubre y cómico espectáculo electoral. Subercaseaux echa mano al vocabulario y la jerga de los expertos en estas materias y mediante el diálogo, uno de sus mejores recursos, nos entrega sugestivas explicaciones acerca de la construcción del relato, la creación de imágenes, la ropa que debe usarse, qué hay que decir o no decir y una vasta gama de conductas para cualquier situación.
Lo más destacable no es la envoltura de los acontecimientos, sino la evolución de los protagonistas. Alberto quizá logre madurar. La Maca se pregunta si valió la pena un matrimonio de abnegación y sacrificio para terminar sola. El Pito queda fulminado por culpa de Jackie. Amunátegui obtiene una victoria pírrica a costa del derrumbe familiar.
Después de todo, moverse de Zapallar a Cachagua y desplazarse por los enrarecidos espacios del barrio alto, conlleva riesgos y privaciones afectivas. Y Subercaseaux vuelve a probar que entretener sin ser trivial es un don escaso y considerable.
Compro Lago Caburga
Elizabeth Subercaseaux
Editorial Catalonia, Santiago, 2011,
247 páginas, $9.500.
NOVELA